15 de diciembre de 2007

Pequeñas Volutas

Héctor Rocha Orta, profesor de educación media y superior, fue maestro memorable de lengua y literatura hispánicas en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas. Colaboró en la formación pedagógica de los profesores de esta especialidad y es bien recordado.



El indio Torek

Con pálido rostro,
su mirada vaga,
tristeza en el alma,
esperanza vaga:
el indio Torek
baja la montaña.

Vereda escabrosa
en la que transita,
peñascos y riscos
encuentra su vista;
mentira parece:
semejan su vida.

Lleva la esperanza
de encontrar consuelo
a las mil penurias
que le ha dado el cielo;
de que le comprendan
sus buenos anhelos.

Uraño se acerca
rondando el silencio,
la plaza repleta,
muchos pregoneros,
la música toca,
¡hay fiesta en el pueblo!

Con ojo de lince
escudriña, astuto,
descubre lo innoble
de los hombre cultos;
¡cómo a sus hermanos
los llenan de insultos!

Los unos les huyen
cual seres leprosos;
los otros les gritan:
¡tú, indio mugroso,
ratero, indecente,
perro lagañoso!

Los roban, maldicen,
los tiran, los jalan...
Y el indio Torek
ya no mira nada;
las perlas del llanto
le nublan el alma.

El odio maldito
le roe las entrañas,
triturar quisiera
a esas alimañas
pero ya no puede,
las fuerzas le faltan.

Implora, solloza,
¡oh, Dios de la vida!
Piedad para el indio,
no más ignominia...
También somos hijos
de tu obra divina.

Con ojos clavados
por siempre en el sueño,
quizás en protesta,
tal vez por recelo,
se va a su montaña
con su desconsuelo.



Chiquilla

En el ignoto mundo de tu vida
cual semen florecida en el desierto
y en la vorágine de tu pensamiento
que en pequeñas volutas siempre oscila,
quisiera incursionar, y en mi aventura,
encontrar la razón de tu porfía.

Escalar la montaña de tus dudas,
caminar por tu senda de ilusiones,
avalar el caudal de decepciones,
en un haz enclaustrar tus quejas mudas;
y aflorar a tus labios las palabras
sin mancha, sin disfraces, sí, desnudas.

Entonces serías tú, sin el ropaje
de incienso nebuloso y artificio;
serías tal como eres, con el traje
de esencias de virtud, sin maleficios.

Y alcanzarías la meta que tú anhelas
como un náufrago logra asir la orilla;
así te alejarías por tu sendero
y yo podría decir: "Adiós, Chiquilla".

30 de octubre de 2007

¿Mezquites o Ladrillos?

Muros en el norte de mi patria,
¿dónde están los puentes olvidados? (1)
La memoria se busca, la noche no entiende
y el río se hiere en el abrazo partido.
¿Qué sol yermo justifica la herida?
¿Acaso la piedra desdibuja el camino? (2)
El miedo transforma los mezquites en ladrillos,
espantapájaros de papel cayendo con la lluvia. (3)
Que no se te moje la vida.
Que nadie encierre tu grito.
—Seré yo quien bese tu huella. (4)
La bruma libera las flores, el río y los cantos.
Somos enojo encerrado entre los labios. Arena. (5)
¿Serán esos muros cadenas que sequen tus alas? (6)
Realidad invisible, malabar ingenuo.
El río ahoga tus sueños. Quizás un muro te sepulte. (7)

Título: Roberto De la Torre

Autores:
(1) Ramiro Rodríguez
(2) Lidia Díaz
(3) Roberto De la Torre
(4) Rossy Evelín Limá
(5) Miguel Yniesta
(6) Conchita Hinojosa
(7) Raquel Rodríguez-Brayda

7 de agosto de 2007

Reflexiones Sobre la Soledad


Celia Esperanza Charles de Pérez nació en Uruapan, Michoacán, el 16 de noviembre de 1924. Radicó en H. Matamoros durante muchos años y luego en Monterrey, Nuevo León. Maestra normalista, perteneció al Círculo Literario Dr. Manuel F. Rodríguez Brayda de Matamoros, del cual fue presidente dos veces. Colaboró en el periódico El Bravo y su obra se publicó en las ediciones anuales de Matamoros Poético. Una de las voces memorables más importantes de la ciudad de H. Matamoros, pluma de larga trayectoria, apreciable dama, mujer en toda la extensión de la palabra, reunió su obra en Esperanza: El Mundo Poético (1995) y Esperanza: El Mundo Poético Vol. II (1997). Murió en Monterrey el 23 de junio de 2011. Los siguientes textos presentan el dramatismo ontológico en el que el ser humano en ocasiones se sumerge.


Éxtasis

Sientes que eres estrella maravillosa,
que estallas en mil chispas y mil luces,
que te derramas en el firmamento
y tu propio universo se sacude...
Sientes que te acomodas en la nube
más suave de sentirse y más sabrosa;
y la lluvia de chispas va cediendo
y las luces se apagan poco a poco...
Aquel raro girar vertiginoso
que parecía producto de un misterio
regresa a la quietud, de tal manera
que hasta esa languidez es cosa bella.
No hay cansancio mejor que ese cansancio
que produce estallar como una estrella
que se quiebra en mil chispas y en mil luces.
No puedes comprender lo sucedido
porque no es cosa tal que se comprenda.
Retorna la quietud y la conciencia
que se había obnubilado con las luces
vuelve a estar en tu ser. No eres estrella
porque gimes y ríes, lloras y besas.



Reflexiones sobre la soledad

Oye cómo cae la soledad:
Gota a gota, como lágrimas.
Adviértela burlándose en el tic tac monótono,
en el vaivén del péndulo que baila
al compás de su ritmo monocorde,
aunque se encuentre solo.

Mira la soledad por la ventana
húmeda con las gotas de lluvia
que los vidrios empaña,
como ojos licuados, a punto de verter su tristeza
en simple agua.

Y mira más allá, hacia el jardín escueto,
aquel pobre árbol que se siente solo,
que alarga, con dolor,
esas extremidades anteriores
que en él se llaman ramas
como si pareciese que buscara alguien a quien tocar,
en quien depositar una caricia.

Oye la soledad en ese ruido
del papel tirado que levanta de pronto el remolino
del aire, que lo juega y lo avienta después,
al ver que no le sirve... y vuelve a quedar
quieto en el arroyo:
estático, inservible y en soledad.

Mira aquel pobre ciego del violín melancólico
tan rodeado de gente en esa esquina;
y sin embargo, tan solo.
¿Y tú sabes acaso de qué manera duele
cuando la soledad aprieta?
¿Cuándo esa sensación de vacío infinito
confunde un mudo grito con un sordo dolor?
Y sientes sobresaltado el eco de tus pasos,
o tal vez el deseo de charlar con tu sombra y decirle:

Detente, no vayas tan aprisa, como aquellas personas
que han pasado dejando tan solo sensaciones
o recuerdos absurdos o malignos temores.
No te vayas, sombra,
porque yo sentiría
como si me engullera poco a poco a mí misma...
Y después, ¿con quién charlo?

¡Ah! pues como estar sola a veces equivale
a desequilibrada,
es posible o probable que busquemos
compañía en el reflejo que nos brinda el espejo
y que allí comentemos:
¡Hola! ¿Tú también estás sola?

Pero estas reflexiones sobre la soledad
absoluta y completa
son menos dolorosas
que recibir de pronto en plena cara
aquella soledad introspectiva
del hombre entre la gente...
¡y siempre solo!

Del hombre que padece
soledad de oficina,
de calle, de paseo, de salón, de hogar,
de rutina...
Nadie se fija en él.
Nadie advierte al hombre solo,
ese que grita y lucha
y que en la crisis de su desesperación
se vuelve fiera, y araña y muerde,
tal vez para llamarnos la atención.

El hombre solo que tal vez pudiera
abrirse el pecho y llevar enseñando el corazón
sin que nadie lo viera;
porque a su derredor van de carrera,
pues todos tienen prisa y, además,
agachada la cabeza por sus propios problemas.

Y cada quien se aísla de todos los demás.
Y es sumamente triste que una tarde despierten
en grupos circunspectos y enlutados
en torno de aquel hombre que ignoraron;
y aún en ese momento, en ese trance,
estén obsesionados con el ego,
el ego equidistante de la muerte,
el ego distanciante.

Pues si quieren volver un día cualquiera
al rebaño, al redil, al amalgamamiento,
será inútil que griten y luchen
y que arañen y muerdan...
O que lleves, acaso, el corazón
por afuera del pecho.

Habrá una sola amiga para ellos adicta,
constante, fiel;
ella caminará cuando caminen
o parará su paso de repente
cuando a su vez lo pare aquél y grite:

¡Lárgate, soledad, martirio mío,
vaguedad de las formas,
cadena que me ciñe y que me aparta,
yo bien que te percibo y te aborrezco!
¡Ya soledad! ¡Ya lárgate!

De Esperanza: El Mundo Poético (1995)


Elba

Memoria subconsciente. Espejo hecho pedazos.
Te conocía desde antes y estoy en un apuro:
¿Dónde habita la luz allí junto a lo oscuro?
¿Dónde a fuerza de milagros, de cruz y latigazos,
se fundieron las razas después de muchos pasos?
No importa qué haya sido. ¡Te conocí, seguro!
Memoria subconsciente; hechos apabullantes,
siento que te conozco y te quiero desde antes,
como atavismo puro, de raíces distantes...
¡Y hoy me brotó el antojo de querer dibujarte!
Es tan raro, tan único el color de tu piel...
¿Qué haré para apuntarte, con letras, en papel?
Es difícil pintarte. Aunque tengo presente
adentro del recuerdo, en lo hondo de la mente,
en el alma, en la mano, y el corazón lo siente;
tus grandes ojos moros de mirar tan ardiente;
tus crenchas de azabache, tus facciones exóticas;
tus labios especiales tal vez para rezar;
tus pasos de gacela; hay gacelas eróticas,
y toda tu figura, y toda tu presencia
(recuerdo de aquel tiempo) es un hecho pasmoso,
esencia del pasado; o sea: reminiscencia
que los dioses guardaron como en urna sagrada,
y en ti se manifiestan y se recrean en ti...
No eres una promesa ni quimera ni sueño.
Eres tan real, querida, que confundo mi empeño
de querer dibujarte— con el deseo que anida
en mi mano y mi mente y me causa desvelos
de ¡con letras pintarte! ¡Como si fuera fácil!
Reminiscencia mora... Dama de siete velos.

De Matamoros Poético 2002

20 de julio de 2007

El Plexo Central de la Palabra


Elvia Ardalani nace en la ciudad de H. Matamoros, Tamaulipas, México, en 1963. Es catedrática de escritura creativa en la Universidad de Texas Pan Americana y reside en la ciudad de Harlingen, Texas. Participa en conferencias y encuentros de escritores en Estados Unidos, México, Cuba y España. Escribe poesía, cuento y artículos críticos sobre literatura y creación literaria. Es editora de la revista electrónica "El Collar de la Paloma" y autora de De Cruz y Media Luna (1996) y Y Comerás del Pan Sentado Junto al Fuego (2001), libros de poesía donde el manejo del lenguaje puede definirse como una conjugación singular de fuerza expresiva, figuras literarias interesantes y estilo diferente. En el año 2008, su libro Miércoles de ceniza (2007) fue nominado para el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer.


Dice tu padre que te enseñe

Dice tu padre que te enseñe
la lengua de sus múltiples heridas
que te introduzca poco a poco
al páramo infinito de sus voces.
Yo te pongo la boca en las palabras
y me asombro:
Depuras el lenguaje y vas sanando
el dolor del destierro de sus ojos.


Sangrarás

Sangrarás
como en la cruz aquel que habló
del pan y del milagro.
Creyentes o no todos sangramos
la extraña moraleja de la carne
la palabra multiplicada en el vacío
la ceniza hecha cuerpo.
Todos sangramos, todos.
Todos llevamos en los dedos
astillas incrustadas del último tablón.
¿Quién no ha contemplado
sus propios pies descalzos y ha llorado?
Sangrarás
del mismo río de sangre de tu madre
y rezarás los versos aprendidos
en plena luz de infancia.
La cruz está clavada en el plexo
central de la palabra.
El milagro no es el mar partido en dos
ni la respuesta al rezo.
El milagro es el rezo apurado
por la arcilla hecha sangre
por el polvo hecho sed.

De De Cruz y Media Luna (1996)



Aquí tienes la sal

Aquí tienes la sal.
Parte los grumos sobre la crepitud de mis cabellos.
Gana tiempo al asombro para iniciar el rito.
Espárcela tranquilo,
que vaya cayendo lentamente como un suicidio de palomas
sobre una catedral.
Mójate bien las manos, no lo olvides, el agua anula el polvo.
Y somos polvo.
Ve ungiéndome la frente.
Desátame las manos, los pies,
frota mi vientre con la necesidad que da la ausencia.
Ponme un grano de sal sobre la lengua.
Ofréceme agua y aceite.
Entra en mi boca.
Deja que hable el dolor que se ha callado siempre.
No vuelvas hacia atrás.
Esparcida la sal se va calmando el fuego.
Ve sahumando mi piel con estas piedras minúsculas,
con esta salobridad que da la arena.
Entra y no salgas más.
Aquí se inicia el mundo.
Mójate bien las manos, no lo olvides, el agua anula el polvo.
Aquí tienes la sal.

De Y Comerás del Pan Sentado Junto al Fuego (2001)

9 de julio de 2007

Implume

I

Pájaros en vuelo hacia el cosmos del poema
no vuelven alas al origen de playas inhóspitas. (1)
Es el olor a tinta lo que los mantiene,
el sabor de las letras lo que los deslumbra. (2)
Las palabras se han cubierto de alas y echan a volar,
las olas de un mar en el aire que sabe de canto (3)
y no hay cielo en el cielo ni mar en el mar
y sin embargo hay aves que saben buscar. (4)
Mi ávido amar besa el cielo de mares inhóspitos
y me enloquecen tus alas de mariposa ancestral, (5)
efímera explosión de letras, como vuelo de colibrí,
aparece y desaparece el espejismo de tu creación. (6)
En la amplitud marina la luz se expande,
divina brisa de la ilusión se apodera, (7)
de mis inquietudes varias: cual dactilo errante
surges tú, amanuense en ciernes cargado de infinitos, (8)
¿por qué sigues corrompiendo mi mar con alboroto
si en festin de viento y sol me sabes implume? (9)

Título:
Rossy Evelin Limá

Autores:
(1) Ramiro Rodríguez
(2) Federico Fernández
(3) Alejandro Rosales Lugo
(4) Elvia Ardalani
(5) Roberto de la Torre
(6) Teresa Loera Loera
(7) Raquel Rodríguez Brayda
(8) Juan Antonio González
(9) Rossy Evelin Limá


4 de julio de 2007

Animales sin Rostro


Federico Fernández Morales nace en H. Matamoros en 1965. Abogado de profesión. Participa en diversos talleres literarios con reconocidos escritores mexicanos, tales como David Toscana y Arturo Medellín Anaya. Su obra poética ha sido leída en el Encuentro de Escritores Voces en la Frontera, de Reynosa/McAllen, y en el Congreso Binacional Letras en el Estuario de Matamoros/ Brownsville. Se le concede el premio estatal de poesía medalla "Dr. Manuel F. Rodríguez Brayda" tres veces consecutivas y el premio "Poesía al mar" en el año 2004, entre otros. Sus textos poéticos son publicados en la revista literaria Novosantanderino de UTB/TSC, en el libro Poesía al Mar 20 Años y en Letras en el estuario Antología de poesía y narrativa (2008).


De tierra firme

Soy terrestre
y extravío el rumbo en los reinos de Neptuno.
En medio del océano pregunto
¿qué es árbol, qué es paloma?
El mar no sabe: deja en suspenso el tiempo,
evoca horas salinas,
minutos de sotavento, días al garete.
Dibuja animales sin rostro que pasan acariciándose
y se van sin despedirse.
Me sorprende el horizonte de turquesa y espuma
y en lontananza advierto la vida y la muerte
que anuncia el mar de cuerpo entero.

Hace falta una avenida arbolada en medio del océano,
una ruta de robles y cipreses
que a los hombres de tierra firme
nos diga el destino de las olas.
Que nos deje reconocer sonidos, prender una fogata.
Que nos tome de la mano y nos regrese a casa.
Habrá que surcar el océano, sembrar semillas
que germinen en manzanas de sal,
en flores marinas de todos los colores,
para que el hombre se haga cómplice de los mares
y en sus ámbitos pueda talar maderas dulces
para hacer barcas, casas, pianos y ataúdes.

Luego mar y continente
serán sólo nombres y no distancias.




Muertes

Hay muertes tan discretas,
tan sosegadas
que sólo rozan el pecho
de sus pupilos.
Muertes que apenas soplan
sobre el cabello de las señoras.
Son muertes que llaman quedo
a la puerta de aquellas casas a donde llegan.

Pero hay otras muertes atormentadas
que van tumbando todo en su estampida,
que ni siquiera llaman a los zaguanes
sino que irrumpen en las alcobas.
Son las que dejan atónitos a los difuntos
con ojos grandes como de espanto.
Son las que llegan gritando a voz en cuello,
rompen domingos,
deshacen fiestas
y van tañendo campanas locas
por donde pasan.
Son las que hacen aullar los perros,
las que ponen hielo en las almohadas.

En el carrusel de luz opaca
los deudos
reciben a la visita,
le dan la mano,
hablan en voz baja en su presencia
y la tratan casi como a una niña
dándole pan y leche y a veces dulces,
porque saben sin remedio
que todas las muertes son una lluvia
de pertinaz goteo
que cae, cae,
cae,
hasta que moja, hasta que entra,
hasta que pinta el negro tatuaje
y se convierte en el huésped
para siempre jamás de cada día.

25 de junio de 2007

Playas de Sal y Palabra


Lidia Díaz es ciudadana americana, nativa de Buenos Aires, Argentina. Doctora en Literatura, profesora de letras hispánicas en la Universidad de Texas en Brownsville. Crítica e investigadora de literatura infantil contemporánea escrita en español, de narrativa contemporánea hispana escrita por mujeres, creadora en el género poético, participa en el Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea de El Paso, Texas; en el Encuentro Voces en la Frontera (Reynosa/ McAllen); y en el Congreso Binacional de Literatura Tamaulipas-Texas (Brownsville/ Matamoros). Publica poemas y ensayos críticos en diversas revistas literarias, tales como la Revista de Literatura Mexicana (El Paso, Texas), Novosantanderino (UTB/TSC), entre otras. Su obra poética aparece en Letras en el estuario Antología de poesía y narrativa (2008). Lectora ferviente, en junio de 2007 se le otorga el premio de Poesía al Mar, convocado por Cuicacalli ProArte y la Secretaría de Marina con sede en Matamoros. El Ateneo Literario José Arrese de Matamoros le concede primer lugar en el Certamen Literario José Arrese, género poesía, en el 2007 y el 2008.


Invierno

Gris de adentros.
Hoy mis nubes me oxidan morosas
cobijando penas en clave de frío.
Las estrellas negocian su noche
y me desamparan;
negándome asilo
me roen inhóspita
tejiendo vana
la ilusión de lunas
porque todavía no.
Quisiera secuestrar el día
para almacenar sus soles
y escudarme de veranos
seduciendo risas
demorando ocasos
persuadiendo al tiempo
para transitarme un cielo
sin tristeza de almanaques.
Incendio entonces mis rincones
y estampo en las ventanas
porfiadas primaveras
de desnudez temprana.
Me abriga la promesa
del jardín seguro.
Me alienta el artificio
de que el hoy se suicide en mañana
para soñarse en flores
que llegarán sin calma.
Por eso quiero decir que no me importa el invierno.
No me importa si te ondulo entero.
No me importa el invierno
si se arrepiente de ser.
No me importa el invierno
si acecha indomable
la tibieza firme
de un amanecer sin pactos.
No me importa el invierno
si mi frágil verso te construye mío.
No me importa el invierno
si el abrazo eterno sigue siendo eterno
si quiebro mis miedos con el beso impío
si se abren resquicios para mis azules
y si al alba verde
vos me celebrás
en la sábana ardiente
que emula al estío.
Entonces
ya no me importa el invierno.



Sendero de inmigrantes

Cabalgando en las aristas de la esperanza
poblaron los barcos de sueños y sudores.
Con el yelmo silvestre de sus manos
y la lanza bruñida de sus brazos
dibujaron su memoria
                                 en otros mapas
para escribir de promesas su horizonte.

Empapados de desgarro y despedida
adivinaron timoneles de incerteza
buscando el abrazo de la tierra ignota.

Fabricando otras ventanas
conjugaron las quimeras
del abrigo ajeno que tejieron propio.
Transmigraron gestos
espejearon voces
y se fragmentaron
en la equívoca luz de otros olores.

¿En qué lugar guardar las llaves?

No tenían que mirar atrás
pero el corazón se les quedó enganchado.

No debían llorar nostalgias
pero instalaron sus inviernos
en el silencio fiel de la añoranza.

E imaginando retornos
                        que sabían truncos
se inventaron geografías de crisoles y de puentes
para sobrevivir distancias.

Y aquí se quedaron…
futurando su historia y rastreando en sus pasos
para rearmar su identidad en los olvidos
para vestir de ilusión sus desarraigos
para sembrarse en los trayectos de estos mares.



Mar de mis preguntas

Hoy palpo el talle de mi verbo
tanteando mi cincel para nombrarte
en la distancia de tu margen sin memoria
y en mis preguntas a la hondura de tu historia.

Hoy me embarco errante en la noche de tus brumas
repitiendo de asombro tus caricias de arena.
Hoy mi faro estéril se rinde a tu misterio
para naufragar certezas en tu lecho de espumas.

No me resigno a la palabra mansa
porque no quiero atenuar
la preñez de tu rugido.

No voy a hurgar en tu atavismo terco
que corteja en magias
a piratas y sirenas.

Me niego a herirte de Alfonsinas-anclas
si su verso aún vive
y vos no sabías

Hoy yo te celebro
mar de las premuras
y acaracolando el semen de tu vientre frío
enciendo mis playas de sal y palabra
para itinerarme en la voz de tus navíos.

13 de junio de 2007

El Paisaje del Cuerpo


Alejandro Rosales Lugo nació en Ciudad Victoria, Tamaulipas, el 7 de febrero de 1945. Es periodista, narrador y poeta, además de ser uno de los pintores tamaulipecos más importantes. Inició sus estudios de artes plásticas en su ciudad natal, que luego habría de continuar en Roma a finales de los setenta. En la capital del país realizó estudios de Filosofía y Letras en la UNAM y fue becario en St. Michaels College, en Vermont. Ha expuesto su arte pictórica en México, Estados Unidos y Europa. En los últimos años ha participado en el Congreso Binacional de Literatura Tamaulipas-Texas, en Matamoros/ Brownsville; y en el Encuentro de Escritores Voces en la Frontera, en Reynosa/McAllen. Imparte talleres de creación literaria y de pintura en diversos municipios del estado. Está incluido en diversas antologías poéticas a nivel nacional, además de haber publicado los siguientes libros de poesía: Bicicleta de poesía (1974), Mamaleón (1978), El paisaje del cuerpo (1998) y De Adán a Cezanne pasando por Newton (2005).



El cuerpo

(Es cosa de dejar que el cuerpo y sus costumbres se disuelvan en otros moldes de arena)


El cuerpo es un pez grabado por los siglos
Es una armonía que viaja desnuda
A golpes de luz se erige una estrella
A golpes de viento en hojas
El cuerpo se abre como celeste pez
En mar celeste
Es casa de sí mismo
Estampa tan antigua/tan nueva y tan distinta


V

Crezco como un sueño húmedo
En mí circula la emoción del viento
No tengo nombre
Soy lo que tú eres.

El tiempo camina en mis adentros
Y en frágiles instantes se evapora

Más allá de tu cuerpo está la vida
Ayer
El río
Pasó en nosotros
Como una serpiente disuelta en luna
Eras
Un fresco lirio en mis riberas
Recuerdo que tu cuerpo tenía un olor a almendras.


XXI
A Gemma Testi Nardi


Un aire húmedo de ruinas
Precipita a la memoria de los ojos
El encaje celeste de los mares.

Te escucho lluvia saltar entre las piedras
Campanas van campanas vienen
En los vitrales de la tarde.

Fuentes flores murciélagos de agua
En los labios de las calles
La lluvia camina en ti ciudad
Con su ondular de nubes en las torres.


XXXIX

A Rosaelia, Rosalía, Rosbiel, tres ríos

Nos metimos en el río y el río se volvió mar
Cuando llegamos a casa la sala era un acuario
Abrimos las ventanas para que escapara la sal
Salimos del mar y el mar se volvió río
Cuando llegamos a casa de lirios invadida
Abrimos las ventanas para que escapara el sol.

En el bosque los ríos cantan
En el mar las sirenas cantas.

Esa ansia vegetal que nos circunda
Como un rabioso y transparente río
Nos vuelve casi aves y casi flores
Hundidos por un sol de trigo
Porque antes que amantes somos árboles
Árbol es tu cuerpo deshojándose
Árbol es mi cuerpo floreciendo
Árboles somos y en los caminos
En fruta y sombra andamos.



Disección

A Víctor Hugo y Socorro

Si abrimos un árbol por su frente
Encontramos nubes oxidadas
Pájaros
Aviones antiguos
Si cortamos su cintura hallaremos polvo
De los besos
Y si desnudamos la raíz
Ladrarán los perros.

Aserradero:

Entre los dos crece el tiempo encanecido
Como los versos en el árbol
Lejos del cerco
Bajo los postes mágicos del cielo
Nuestros cuerpos reverdecen.

De El paisaje del cuerpo (1998)

3 de junio de 2007

Plegaria para tus Ojos



Juana Vázquez Herrera nació hace taaaaaantos años que, ¡imagínense!, aún no terminaba la Segunda Guerra Mundial. Nació en Zacatecas entre cerros de oro y plata y vive en Neza, donde no tiene en que caerse muerta; fue madre descontrolada (no tenía televisión) así que parió siete hijos. Ya son veinte años los que esta mujer anda de revoltosa y nezia (con Z de Nezahualcóyotl), compartiendo su trabajo cultural en esta comunidad. Vendía en los tianguis de Neza, y de repente se fue a Hollywood CA., donde daba clases de inglés sin saber bien el español. Tiene más arrugas que ideas, no toma Coca Cola, no vota por ningún partido, no ve telenovelas, no baila el mambo number five y, bueno, pare de contar. Pero ahora nos viene con que ella escribe... Bueno aquí le dejo lo que esta mujer hace, usted sabe si se atreve a leerlo.

Juana Vazquez Herrera.

Marzo de 2001



Espejo de la Mixteca

(Para esta comunidad de la Mixteca Oaxaqueña
que en el vientre tibio y oloroso de sus blancas tortillas
me entregó su poesía y su amistad.)

Yosocuta, puñado de blancas flores
que Dios esparció por la mixteca,
llano de agua en la tierra del sol,
colibrí de México poeta,
gente morena regalante del buen amor.

Son tus cacahuates
parvadas de mariposas blancas,
jugueteando en las montañas
de tu alrededor.

Yosocuta, llano de agua,
sensual trigueña, piel aromada de flor;
protegida por los cactus
como tus hombres altivos de la región.

En el espejo brillante de tu presa
las aguas llevan las penas a raudales,
las morenas lavan sus oscuras trenzas
y cantando enjuagan sus necesidades.



Manos

Cómo respeto las manos
de la mujer que trabaja,
son de las grandes razones
que alientan mi lucha diaria,
esas productivas manos
en la lucha cotidiana;
las que fabrican tortillas,
las que guisan, lavan, planchan
y las que llenan cuartillas
o que manejan las máquinas,
las que agarrando los libros
nos alimentan el alma
o las manos campesinas
oliendo a tierra mojada;
también son lindas sus manos
cuando agarran la pancarta,
o cuando levantan el puño
en la lucha solidaria,
y van cargando los hijos,
y van... ¡forjando la patria!



Via Crucis

sábado.- Acusada, acosada, acorralada
domingo.- Confusa, decide entregarse
lunes.- Clama: perdónenme, no supe lo que hacía
martes.- Señalada, martirizada, inicia su vía crucis
miércoles.- "Señor, hágase en mí, según tu palabra"
jueves.- ¡Culpable!, sentenciada a morir viviendo
viernes.- Muere inmolada... anulándose
sábado.- Los que la aman lloran por ella y por ellos
domingo.- Ni aun resucitando, cree ella tener algún valor
lunes.- Sale del ficticio sepulcro, a uno concreto,
cotidiano
y
real...


De Plegaria para tus Ojos (1998)

1 de junio de 2007

Vuelan las Caracolas


Elvira Meade nace en Álamo, Veracruz, México, el 3 de abril de 1962, pero radica en H. Matamoros, Tamaulipas, desde muy temprana su infancia. Es Licenciada en Problemas de Aprendizaje por la Universidad de Coahuila. Publica su producción desde 1990 en la edición anual de Matamoros Poético del Círculo Literario Manuel F. Rodríguez Brayda y en la Revista Literaria Novosantanderino de la Universidad de Texas en Brownsville. Si se hablara de su poesía, no sería audaz decir que sus versos son la luna hecha pedazos en las aguas del mar más tempestuoso, que en su poesía "vuelan las caracolas" y "se arrastran los peces". Elvira es un manojo de metáforas audaces e imágenes estrafalarias.


Catarsis

Abanicos deformados,
sin olor,
sin sabor,
se vierten.
El glamour,
una tarde,
una crónica más,
un pasillo,
una pasión negada.

Imágenes huecas,
sin color,
sin madurez,
inertes escapan.
Una sensación,
una búsqueda,
invalidez,
un escenario,
una melodía inadvertida.

Ajena posibilidad,
inútil,
indigesta,
metamorfosis,
lo creíble,
añoranzas,
vertida dosis,
impotencia,
el ayer vivido.



Instintos

Puños de miel con silencio de sal,
gemidos pálidos, te regalo el más hondo
destello sin hielo, el huracán feroz y sediento
que apenas acaba. Aún hay lluvias,
lluvias que caen en blandas piedras
y en mi suelo duermen, quietas a ratos,
se muerden entre ellas mismas.
No hay luz,
no hay escombros,
no hay sombras…
El arrecife celoso se traga la palabra hueca
y el encaje del follaje aquel se pierde
mudo y solo. Hoy mis huesos son de arena,
lentamente, partícula a partícula
se ahogan en el hierro de tu aliento.
¡Salva ese instinto de libertad!

Al otro lado se asoma mi loco mundo,
hay verde en cada pedazo de cielo,
hay azul en cada pedazo de hierba,
vuelan las caracolas, se arrastran los peces
y el agua con café tiene sabor a menta.
Toma mi almohada, incomodan sus cristales
necios. Ata mis pies que sin rumbo vagan,
empanizados van de sollozos,
descalzos de reloj, de viento sin aroma.

Ahora te lleno de colores crudos,
desprendidos de nostalgias y presagios.
Llévate mis ojos y cuélgalos en aquel
candelero viejo. Ahora no; hazlo despacio,
arráncalos de madrugada.
Mañana… mañana estarán solos.



Escarnio

Dos bocas se unen exentas de cruda escarcha,
se encajonan; un escenario negro,
un incienso hindú con sabor de pecado
y dos rostros –como lentejuelas– danzan
en cielo interno.

                     Y en el mudo espejo se confiesa
la piel, se alimenta el aliento.

No hay espacios. Todo, todo se llena.
Y dondequiera muros de mutiladas páginas
y dondequiera archivos de juramentos estúpidos.

Las paredes ríen,
las paredes se carcajean,
las paredes se comen el reloj para asfixiar el tiempo.

Contra Reloj


Graciela González Blackaller (Saltillo, Coahuila, 3 de junio de 1922 - Ciudad Victoria, Tamaulipas, 14 de noviembre de 2011) Licenciada en lengua y literatura españolas y posgrado en la misma especialidad. Laboró en diversas instituciones educativas en el estado de Tamaulipas y ocupó cargos importantes, como la dirección del Departamento Editorial del Instituto Tamaulipeco de Cultura (1988-1992), directora de la Revista "En la cultura" editada por el Gobierno de Tamaulipas (1988-1992), coordinadora del Taller de Literatura en la UAT desde 1995, entre otros. Fundadora del Círculo Literario Ignacio Manuel Altamirano de Ciudad Victoria; fundadora del Taller Literario "Lapislázuli". Entre sus varias obras literarias destacan Lapislázuli (Poesía, 1968), Contra reloj (Poesía, 1989), Samperio no existe (Cuento, 1989) y Cuatro viajes (Cuento, 1995).



Estudiante aguerrido

Estudiante aguerrido;
estudiante que te lanzas a la calle
con tu juventud y tu verdad a cuestas,
estudiante aguerrido: piensa.
¿Tú quieres que el pueblo se conjure
y derrame su sangre en holocausto
a los grandes ideales que lo nutren?
¿Tú quieres que surjan nuevos héroes
y se llenen los hospitales
con la sangre de jóvenes imberbes,
que no verán así el final del siglo XX?
¿Por qué exponer la vida de seres inocentes?

¿Qué por qué?

¡Porque vamos por la vida como parias!
¡Porque tenemos tristezas en el alma!
¡Porque somos objeto de injusticias
y hemos descubierto que, cada día,
la sociedad es más nefasta...!

Amigo, detén tu perorata;
mira la historia transcurrir,
no pierdas los estribos.
¡Cuántas guerras fratricidas
encuentras en sus páginas!
¡Cuántos héroes anónimos!
¡Cuántas lágrimas!

                           Y el universo imperturbable sigue
                           mientras se escucha el ruido de metrallas...

En este siglo caótico,
a defender su verdad, el hombre se ha lanzado.
Verdades nuevas aparecen cada día
que se apagan como luces de bengala,
que se van como el tiempo transcurrido.
Todo pasa, y esa verdad
queda envuelta en el olvido.

Pero, ¿callar las injusticias?
¿Dejarse atropellar por el malvado? ¡No!
¡Es pecado ser sólo un conformista!
¡Es ser cómplice quedarse tan callado!

Estudiante aguerrido,
estudiante que te lanzas a la calle
con tu juventud y tu verdad a cuestas,
no quiero animarte en tus arengas,
pero tampoco quiero que vayas por la vida
con gran indiferencia.
Busca el equilibrio en tus acciones,
que no te ciegue la violencia,
porque sucede, amigo mío,
que estamos atrapados
en el eterno devenir de la existencia.

Si quieres rebelarte, que sea
con toda la fuerza de tu alma,
pero también con toda inteligencia.
Agrupemos nuestras ansias de justicia
alrededor de razones estudiadas,
¡instruye tu intelecto!
Intenta el cambio
y compromete a todos los gobiernos
con acciones mesuradas
que te presenten como un hombre
y no como un necio.

                       No des un paso atrás en tus conquistas,
                       mas tampoco retrocedas en cultura
                       cometiendo acciones bárbaras.
                       No dejes que sobrevenga el caos,
                       así no ganarás batallas.
                       Tu triunfo no está en lo que gritas,
                       ¡el triunfo está en la inteligencia!

Estudiante aguerrido,
no propicies que se derrame
la sangre de tu hermano,
no llenes de culpa tu conciencia.

Estudiante que ves las injusticias,
no dejes a tu madre sin su hijo.

Estudiante aguerrido: ¡Piensa!



El árbol

Frente a la casa de mis padres
había un árbol.
Su sombra era grata,
sus ramas, valientes.
Después de cien años
al cielo se alzaban;
su tronco era recio,
de tosca corteza. Al verlo
respeto inspiraba.

Con mucha frecuencia, mis padres
del árbol hablaban.
A veces decía mi madre:
"... qué árbol tan bello,
qué hermoso contraste forma
con sus ramas el azul del cielo."
Y mi padre, con muy suave acento
también comentaba:
"... qué agradable el murmullo de hojas
al pasar el viento..."

Pero, poco a poco,
como es costumbre cuando algo nos gusta
y ya lo tenemos,
al árbol le vimos defectos:
primero, una rama que cae
por un fuerte viento. Después,
––el árbol da asilo a cientos de aves
que dejan muy sucio el suelo. Y luego,
––el árbol se inclina violento,
amenaza la casa,
y dicen que ya está muy viejo.

Y así pasó el tiempo...

El árbol, cada año
su sombra nos daba en verano;
sus largos suspiros en noches de invierno;
sus hojas tiraba en otoño,
y en la primavera,
audaces retoños mostraba,
así que este árbol vivía,
y no por ser viejo,
inactivo estaba.

Mi padre, sentado en el porche,
después de largos silencios,
el tronco, las ramas, la copa
del árbol miraba, y con voz pausada
decía: "si este árbol hablara".

Y al mirar sus ojos,
fulgores serenos de viejos recuerdos
en ellos veía...

Quizá entonces, mi padre pensaba
que cuando él era un niño apenas,
el árbol ya estaba.
Que cuando luchaba de joven
por grandes ideales,
el árbol ya estaba,
y cuando el amor le dio compañera
y un hijo tras otro la vida le daba,
el árbol ya estaba;
y tal vez fue su sombra,
su grata presencia,
lo que hizo al fin que ahí se quedara.

Y luego que fueron vecinos,
ya lo dije: ––el árbol, qué hermoso,
el árbol, qué viejo, está seco––... en fin,
qué sé yo... Pero hay algo cierto:
Mi padre al árbol quería y respetaba.

Mi padre enfermó.
Cuando iba a verlo,
sentado en el porche lo hallaba.
Él miraba el cielo
como buscando en su comba, algún gran misterio.

Para distraerlo, le hacía mil preguntas,
y como el árbol estaba enfrente,
yo le sugería: ––Padre, cortemos esa rama grande,
parece que se está cayendo.
O bien: ––A los zopilotes un cohete echaremos,
a ver si se asustan y huyen...
Y mi padre decía sonriendo:
"Deja eso, escucha; qué agradable
se oye el murmullo del viento".

Un día mi padre se fue...
Aún no comprendo
cómo he vivido sin verlo.
Su ausencia es la daga que todos sus hijos
llevamos, en medio del pecho.
Y, sentada en el porche,
a mi padre recuerdo...
El grato murmullo de hojas
en queja se va convirtiendo.

Y yo miro al cielo.

Si mi padre viviera diría:
"No sufras, escucha,
qué agradable se oye el murmullo
del viento".

Por eso el árbol se hizo mi amigo.
Por eso lo quiero,
y un grato consuelo
al mirarlo yo siento... y por eso,
al verlo rodeado de gente,
temblé sin quererlo.

Es cierto. Van a derribar al árbol amigo;
y toda la gente está muy de acuerdo.
Qué extraño, tantos años viviendo
y de pronto, el fin, así, sin remedio,
árboles y gente,
¡qué raros designios del cielo!

Ya dije que este árbol tan viejo
al cielo orgulloso sus ramas alzaba,
su tronco era recio,
y para tirarlo, máquinas, cables y hachas,
hicieron múltiples esfuerzos.
Muchas horas ahí estuvieron,
y el árbol, igual que mi padre
cuando estaba enfermo,
¡ni una queja salió de su pecho!
Y yo que observaba,
lloraba en silencio...

El árbol movióse. Y luego,
Despacio, despacio... inclinó su cuerpo.
La gente miraba callada,
retumbó el suelo,
hiriendo el silencio.
¡El gigante cayó!
¡Nada es eterno!
Si caen los gigantes como ellos,
nada es eterno...

No sé si mi padre al árbol echaba de menos;
o si el árbol a mi padre,
ansiaba ya verlo...
Sólo sé que se fueron los dos
el mismo año... y a veces creo,
que para irse juntos,
¡los dos estaban de acuerdo!


De Contra reloj (1989)

Voces Interiores


Teresa Loera Loera nace en México, D.F. el 3 de octubre de 1955. Actualmente radica en Ciudad Mante, Tamaulipas, donde ejerce su profesión de maestra de educación primaria. Su obra poética ha sido publicada en diversas revistas literarias como "Sintaxis" de Ciudad Mante, "Revista de la Universidad" y "Reflejos", ambas de Ciudad Victoria, "Difusión Educativa" de la UPN. Aparece en la antología de poetas mantenses Donde el Azúcar es Más Dulce (1992) de la Peña Literaria Carlos R. Fantini, a la cual perteneció. Ha participado en diversos programas de televisión locales y es coordinadora de una sala de lectura con 200 libros de CONACULTA, además de ser promotora de la lectura en la Escuela primaria con el programa de la SEP “Rincones de Lectura”. Se le concede segundo lugar en el Certamen Literario "Altaír Tejeda de Tamez" 2008, género poesía. Es autora de Voces interiores (2003) y De la naturaleza y del amor (2006).


Los almendros

Árbol de la esperanza
manténte firme…


Frida Khalo

Almendros
hermosos árboles
verdes…
rojos…
Tornasolados.

En primavera se visten
del color de la esperanza
y en otoño de fuego.

Elevan al cielo sus ramas
como rayos de esperanza
y rojas llamaradas
de anhelos alcanzados y
extinguidos.

El ciclo de la vida
una vez más se hace presente
renacer,
morir,
(aparentemente morir).
El reloj vital marca una pausa
y por un tiempo sus ramas
están desnudas y desvalidas.

Pero en su interior la vida
recorre su estructura
acumulando un nuevo resplandor
… un día.
Tímidamente las pequeñas yemas
de los nuevos brotes aparecen.
¡El milagro se hace presente!
¡La esperanza ha renacido!



Íntimas añoranzas

II

La vida pasa
y palpita a cada instante
en la flor,
en la hierba,
en el riachuelo de aguas cristalinas,
en el vuelo de un pequeño pájaro,
en una mariposa libando el néctar de una flor,
en el botón que es promesa
de belleza y lozanía, y en el fondo
de tus ojos
que me miran con Amor.


V

La luna con su luz argentina
ilumina mi honda pena.

Pena que me hace vagar
como un fantasma de Amor desesperado.

Pena que nace del desconsuelo
y de la desesperanza.

Amor…
Amor imaginario.

¿Dónde estás?



VIII

La vida pasa y en su andar
trae dolor y desilusión.

Uno espera
en una espera que se prolonga
y que desespera.

Espera amarga y triste
por algo que nunca llega.

¿Por qué no?
¿Por qué no?
¿Por qué no?



Tiempo

Los segundos, minutos y las horas
van formando los eslabones
de tu ausencia y tu desamor.

¡Qué ironía! ¡Te gustaba traer
relojes a casa!
Ahora
ellos marcan el camino sin retorno,
de sueños fallidos y desesperanza.

¡Tiempo! ¡Cadena de desconsuelo!



Oscilación

Como un péndulo
ha oscilado
mi vida
a tu merced.
Siempre esperando
lo que no tenías
ni querías darme.

¡Necia mujer!
¡Enamorada de un fantasma!



El mundo interior

El mundo interior es el reino de nunca jamás, lo inexpresado,
lo inalcanzable.
Es en donde sin testigos somos nosotros mismos,
en donde la libertad del pensamiento
y del sentimiento impera.
Ahí la barrera de los convencionalismos se rompe.
Para así al menos por un momento, ser libres,
para alcanzar nuestra quimera.



Semejanza

Empezamos a morir desde que nacemos.
Y llevamos a nuestra muerte a semejanza del caracol
que lleva su concha a donde va.

¡Muerte! ¡Sentencia inexorable!
Y pensar que hay quienes llegan a ti sin haber
vivido en realidad.

¡Muertos en vida!
¡Sin esperanza, sin amor!
Concha de dolor que nos aprisiona y esclaviza.


De Voces Interiores (2003)

24 de abril de 2007

En Memoria del Reino



Baudelio Camarillo nació en Xicoténcatl en 1959. Realizó estudios de normal básica y superior en Zacatecas. Alumno del taller literario de la Casa de la Cultura de Celaya coordinado por el poeta Efraín Bartolomé en 1984. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes 1993. Los poemas de esta página fueron tomados del libro En memoria del reino, reimpreso por el Gobierno del Estado de Tamaulipas en 1999.



Agua materna

I

Arteria de esos campos.
La maldad crece lejos del brillo de sus aguas.
Es un río solitario en el pecho caliente de este trópico.
La luz que entra en sus aguas olvida pronto el cielo
y en el fondo las piedras son huevos de cierta ave
que no sabe volar
sino en el corazón.


II

Peces fuera del agua son nuestros corazones
lejos de esta corriente.
En el lecho del río dormitan los recuerdos.
Cada atardecer vuelan los gritos de muchachas
sobre las tibias aguas de este sueño;
nadan en él, en él se bañan
y las aguas se endulzan con sus cuerpos.

Una de ellas,
la más hermosa ninfa que cruzó esta corriente,
me dio a beber el sol que atardecía en su boca
y no hay noche en mi cuerpo desde entonces.


III

Todos los días, por la angosta vereda
que nos dejaron los abuelos,
bajamos hasta el río
como bajan los pájaros al atrio de la iglesia.

Con gritos y canciones adornamos la luz
y el aire de verano que son nuestras estancias favoritas.
Somos aves buscando agua para beber,
para hundir nuestro asombro,
para dejarnos llevar por su corriente.


IV

Un enorme sabino con tres siglos de sombra
hunde sus largas ramas en el río.
Desde su copa el sol salta desnudo al agua.
Se sumerge y emerge y nada hasta la orilla
y nuevamente sube y se lanza.
Así es todos los días.
Cuando llegue el invierno
le haremos un lugar en nuestro patio
y él, que todo lo graba en su memoria,
nos hablará del tiempo en que la luz
andaba por la tierra sonando cascabeles.


V

El verde de estas aguas
no se marchita nunca en nuestros ojos.
Cuanto más contemplamos ese follaje intenso de sus olas
tienen más savia nuestros huesos.
Aquí nacimos. El barro que ahora somos
se amasó con esta agua
y el aliento de Dios
no pudo desprendernos de esta tierra.



Cuarto creciente


Tomamos el hacha con que nuestro padre corta leña.
Pusimos el disco de la luna sobre un tronco
y lo partimos en dos partes iguales.
Una colgamos en el cielo
para que los adultos la contemplen,
con la otra jugamos
en el río.



Luna llena

I

Aprendí de los griegos
que los ríos son dioses
que abandonan a veces sus palacios
y se echan a andar por los caminos.

Si esto es así,
el Guayalejo debe ser un dios fuerte,
bello y fogoso
para que la misma Diosa Luna
baje todas las noches
a su lecho.


II

No hay agua esta noche:
es la luz de la luna
la que llena este cauce.


III

Cruzamos el río bajo la luna llena.
Tocamos las piedras bajo el agua
con nuestros pies desnudos.
Teníamos que cruzarlo como se cruza un sueño
que después se hará sangre en nuestro cuerpo.
Caminamos despacio para beberlo todo.

Ya estamos en la orilla.
Desde esta parte el río, a la luz de la luna,
es un collar de oro
que nadie arrancará de nuestro pecho.

Estuario Infinito


José Miguel de Orihuela nació en Villa de Llera, Tamaulipas, el 12 de diciembre de 1962. Poeta, Licenciado en Derecho por la UAT. Estudió dibujo y pintura en el Instituto Tamaulipeco de Bellas Artes. Se integró a los talleres coordinados por los escritores Alejandro Rosales Lugo y Guillermo Samperio. Obtuvo diversos galardones, dentro de los cuales está el primer lugar en poesía en el Concurso Estatal de Literatura Juan B. Tijerina 1992. Colaboró en revistas culturales regionales. Los poemas es esta página fueron tomados del libro Algo así como decir tu nombre (1992), con el que obtuvo el premio antes mencionado. Muere el 6 de enero de 1995.



EL PRIMER PECADO

Creímos ser los primeros,
enlazamos nuestras manos
y por primera vez
la devoción del tacto
llevó el estremecimiento
hasta los huesos.

Prófugos del atavismo,
libres de prejuicio y conveniencia,
nos lanzamos al vuelo
sin importar
que pudiéramos chocar
contra los astros;
poco puede el universo
contra tu pelo,
volviéndose caracoles,
escapando de mis dedos.

Dos ríos uniendo sus brazos,
desnudándose de nombres
en el estuario infinito,
y una inmensa, inmensa pista
de esmeralda cristalina;
pareja de bailarines
liberando movimientos;
cadencia desaforada
en el ritmo de los cuerpos.

Coreografía inesperada
en un teatro de primera,
libre de público avieso
y libre también de ese crítico
entendido en la materia.

Dos soles cruzando rayos
cerca del amanecer;
reflectores encendidos
siguiendo manos y pies.

Los deseos a la deriva
en un torrente de sangre;
un cerebro atormentado,
masoquismo inevitable.
Primero pocas palabras
y después los dos callados,
dando la voz a las manos
y a cada fibra sensible.

Tu cuerpo, luz encerrada,
y el mío, la sombra en tu pie;
fugaces, desesperados,
vencimos a los horóscopos
con un eclipse de piel.



SUEÑO DE ESPIGAS

Despertar
abrazado de algún sueño
se me hizo una costumbre
desmedida,
desde la noche
en que tu piel de luna
entró a seducir
el insomnio
de mis aguas.
No te soñé
en la región del alba,
almidonando
pétalos ardientes,
sino a pleno sol,
deslumbrando mediodías,
alimentándote
de rayos seculares.

Eras planta de trigo,
caña frágil,
paja de oro,
con siete espigas
absorbiendo
la savia indispensable
del otoño.



SALMO PARA MÍ

Bienaventurado
me siento
de pensarte,
de volver a mirarte
en un descuido
de esa rara ubicuidad,
que ahora te lleva
por la ruta interminable
del poniente,
donde te piensas proteger
para olvidarme.

Bienaventurado
me reencuentra
el sol,
ansioso de enamorarme.

Volver a sentir el brillo
de una mirada
en mi cara
y quedarme retratado
en las retinas del alba.

Escuchar
cómo aletea
el corazón prisionero
y mirar cómo lo imitan
los pájaros invisibles
cuyo plumaje es el cielo.

Bienaventurado
me siento,
y el destino se estremece
entre las manos,
como un halcón herido
que vuelve a volar,
a fuerza de sentirse
forjador de nidos
que desafían al aire.

Memorias del Viento


CELESTE ALBA IRIS Rodríguez García nace en Ciudad Victoria, el 22 de Agosto de 1968. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Tamaulipas, desde 1985 ha recibido cursos y talleres diversos de reconocidos escritores como Elsa Cross, Ethel Krauze, Saúl Ibargoyen, Arturo Castillo Alva, Ana Elena Díaz Alejo, entre otros. Premio Estatal de Poesía Joven Juan José Amador 1997 convocado por la UAT. Tiene dos cuadernos de poesía publicados: Cualquier día de la semana, (1994) y Costumbre de vivir. Está incluida en diversas antologías nacionales: Anuario de Poesía 1988-1989, Entre el Pánuco y el Bravo, Una visión Antológica de la Literatura Tamaulipeca de Orlando Ortiz, Poetas de Tierra Adentro II, (1994) de Héctor Carreto. Otros textos han sido publicados en diversas revistas nacionales como “Tierra Adentro” y “Mar Abierta” entre otras. Actualmente se desempeña como catedrática en la Universidad Lasalle Victoria.


Lunares

Constelaciones
Negritos del propio arroz
Remaches
                y apellido




Extravío

Tantos etcéteras y en el horizonte
                                el verso




Sudario

Cubro el rostro con mis manos
Resucito según las escrituras



*

Si los bebés llegaran en botella desde el mar
a gotas de sol y arena
         náufragos de nubes
                    memorias del viento
bajarían resbalando de su vida in vitro
                     por un rayo lunar




Afonía


Enajenada de piel
                      terrena
Expugnable velo de odalisca

Diosa en sacrificio

Sudario alado en sepulcro de limo




*

Desde su balcón
               atardecida
marcha la vida en contingente

Por la acera
          vuelvo el rostro
Nada dice         Nada digo

Tras el barandal
            abreviatura los días
Sigo        y sigo por enfrente




Ulalume

Se pinta los labios de memoria
Como dibujándose boca
sonrisa gesto de palabras

Y aquella voz de poeta Ulalume
la circuncidó el olvido




Berta Fuma

Corro la cortina en busca de la tormenta
y una bracilla ilumina la otra acera
Berta fuma y contempla también la lluvia
con el rostro calzado de resabios
Ella fuma y yo aprieto las mandíbulas
                       Mueca y humo
                  Aún no pasa la tormenta