7 de agosto de 2007

Reflexiones Sobre la Soledad


Celia Esperanza Charles de Pérez nació en Uruapan, Michoacán, el 16 de noviembre de 1924. Radicó en H. Matamoros durante muchos años y luego en Monterrey, Nuevo León. Maestra normalista, perteneció al Círculo Literario Dr. Manuel F. Rodríguez Brayda de Matamoros, del cual fue presidente dos veces. Colaboró en el periódico El Bravo y su obra se publicó en las ediciones anuales de Matamoros Poético. Una de las voces memorables más importantes de la ciudad de H. Matamoros, pluma de larga trayectoria, apreciable dama, mujer en toda la extensión de la palabra, reunió su obra en Esperanza: El Mundo Poético (1995) y Esperanza: El Mundo Poético Vol. II (1997). Murió en Monterrey el 23 de junio de 2011. Los siguientes textos presentan el dramatismo ontológico en el que el ser humano en ocasiones se sumerge.


Éxtasis

Sientes que eres estrella maravillosa,
que estallas en mil chispas y mil luces,
que te derramas en el firmamento
y tu propio universo se sacude...
Sientes que te acomodas en la nube
más suave de sentirse y más sabrosa;
y la lluvia de chispas va cediendo
y las luces se apagan poco a poco...
Aquel raro girar vertiginoso
que parecía producto de un misterio
regresa a la quietud, de tal manera
que hasta esa languidez es cosa bella.
No hay cansancio mejor que ese cansancio
que produce estallar como una estrella
que se quiebra en mil chispas y en mil luces.
No puedes comprender lo sucedido
porque no es cosa tal que se comprenda.
Retorna la quietud y la conciencia
que se había obnubilado con las luces
vuelve a estar en tu ser. No eres estrella
porque gimes y ríes, lloras y besas.



Reflexiones sobre la soledad

Oye cómo cae la soledad:
Gota a gota, como lágrimas.
Adviértela burlándose en el tic tac monótono,
en el vaivén del péndulo que baila
al compás de su ritmo monocorde,
aunque se encuentre solo.

Mira la soledad por la ventana
húmeda con las gotas de lluvia
que los vidrios empaña,
como ojos licuados, a punto de verter su tristeza
en simple agua.

Y mira más allá, hacia el jardín escueto,
aquel pobre árbol que se siente solo,
que alarga, con dolor,
esas extremidades anteriores
que en él se llaman ramas
como si pareciese que buscara alguien a quien tocar,
en quien depositar una caricia.

Oye la soledad en ese ruido
del papel tirado que levanta de pronto el remolino
del aire, que lo juega y lo avienta después,
al ver que no le sirve... y vuelve a quedar
quieto en el arroyo:
estático, inservible y en soledad.

Mira aquel pobre ciego del violín melancólico
tan rodeado de gente en esa esquina;
y sin embargo, tan solo.
¿Y tú sabes acaso de qué manera duele
cuando la soledad aprieta?
¿Cuándo esa sensación de vacío infinito
confunde un mudo grito con un sordo dolor?
Y sientes sobresaltado el eco de tus pasos,
o tal vez el deseo de charlar con tu sombra y decirle:

Detente, no vayas tan aprisa, como aquellas personas
que han pasado dejando tan solo sensaciones
o recuerdos absurdos o malignos temores.
No te vayas, sombra,
porque yo sentiría
como si me engullera poco a poco a mí misma...
Y después, ¿con quién charlo?

¡Ah! pues como estar sola a veces equivale
a desequilibrada,
es posible o probable que busquemos
compañía en el reflejo que nos brinda el espejo
y que allí comentemos:
¡Hola! ¿Tú también estás sola?

Pero estas reflexiones sobre la soledad
absoluta y completa
son menos dolorosas
que recibir de pronto en plena cara
aquella soledad introspectiva
del hombre entre la gente...
¡y siempre solo!

Del hombre que padece
soledad de oficina,
de calle, de paseo, de salón, de hogar,
de rutina...
Nadie se fija en él.
Nadie advierte al hombre solo,
ese que grita y lucha
y que en la crisis de su desesperación
se vuelve fiera, y araña y muerde,
tal vez para llamarnos la atención.

El hombre solo que tal vez pudiera
abrirse el pecho y llevar enseñando el corazón
sin que nadie lo viera;
porque a su derredor van de carrera,
pues todos tienen prisa y, además,
agachada la cabeza por sus propios problemas.

Y cada quien se aísla de todos los demás.
Y es sumamente triste que una tarde despierten
en grupos circunspectos y enlutados
en torno de aquel hombre que ignoraron;
y aún en ese momento, en ese trance,
estén obsesionados con el ego,
el ego equidistante de la muerte,
el ego distanciante.

Pues si quieren volver un día cualquiera
al rebaño, al redil, al amalgamamiento,
será inútil que griten y luchen
y que arañen y muerdan...
O que lleves, acaso, el corazón
por afuera del pecho.

Habrá una sola amiga para ellos adicta,
constante, fiel;
ella caminará cuando caminen
o parará su paso de repente
cuando a su vez lo pare aquél y grite:

¡Lárgate, soledad, martirio mío,
vaguedad de las formas,
cadena que me ciñe y que me aparta,
yo bien que te percibo y te aborrezco!
¡Ya soledad! ¡Ya lárgate!

De Esperanza: El Mundo Poético (1995)


Elba

Memoria subconsciente. Espejo hecho pedazos.
Te conocía desde antes y estoy en un apuro:
¿Dónde habita la luz allí junto a lo oscuro?
¿Dónde a fuerza de milagros, de cruz y latigazos,
se fundieron las razas después de muchos pasos?
No importa qué haya sido. ¡Te conocí, seguro!
Memoria subconsciente; hechos apabullantes,
siento que te conozco y te quiero desde antes,
como atavismo puro, de raíces distantes...
¡Y hoy me brotó el antojo de querer dibujarte!
Es tan raro, tan único el color de tu piel...
¿Qué haré para apuntarte, con letras, en papel?
Es difícil pintarte. Aunque tengo presente
adentro del recuerdo, en lo hondo de la mente,
en el alma, en la mano, y el corazón lo siente;
tus grandes ojos moros de mirar tan ardiente;
tus crenchas de azabache, tus facciones exóticas;
tus labios especiales tal vez para rezar;
tus pasos de gacela; hay gacelas eróticas,
y toda tu figura, y toda tu presencia
(recuerdo de aquel tiempo) es un hecho pasmoso,
esencia del pasado; o sea: reminiscencia
que los dioses guardaron como en urna sagrada,
y en ti se manifiestan y se recrean en ti...
No eres una promesa ni quimera ni sueño.
Eres tan real, querida, que confundo mi empeño
de querer dibujarte— con el deseo que anida
en mi mano y mi mente y me causa desvelos
de ¡con letras pintarte! ¡Como si fuera fácil!
Reminiscencia mora... Dama de siete velos.

De Matamoros Poético 2002