20 de julio de 2007

El Plexo Central de la Palabra


Elvia Ardalani nace en la ciudad de H. Matamoros, Tamaulipas, México, en 1963. Es catedrática de escritura creativa en la Universidad de Texas Pan Americana y reside en la ciudad de Harlingen, Texas. Participa en conferencias y encuentros de escritores en Estados Unidos, México, Cuba y España. Escribe poesía, cuento y artículos críticos sobre literatura y creación literaria. Es editora de la revista electrónica "El Collar de la Paloma" y autora de De Cruz y Media Luna (1996) y Y Comerás del Pan Sentado Junto al Fuego (2001), libros de poesía donde el manejo del lenguaje puede definirse como una conjugación singular de fuerza expresiva, figuras literarias interesantes y estilo diferente. En el año 2008, su libro Miércoles de ceniza (2007) fue nominado para el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer.


Dice tu padre que te enseñe

Dice tu padre que te enseñe
la lengua de sus múltiples heridas
que te introduzca poco a poco
al páramo infinito de sus voces.
Yo te pongo la boca en las palabras
y me asombro:
Depuras el lenguaje y vas sanando
el dolor del destierro de sus ojos.


Sangrarás

Sangrarás
como en la cruz aquel que habló
del pan y del milagro.
Creyentes o no todos sangramos
la extraña moraleja de la carne
la palabra multiplicada en el vacío
la ceniza hecha cuerpo.
Todos sangramos, todos.
Todos llevamos en los dedos
astillas incrustadas del último tablón.
¿Quién no ha contemplado
sus propios pies descalzos y ha llorado?
Sangrarás
del mismo río de sangre de tu madre
y rezarás los versos aprendidos
en plena luz de infancia.
La cruz está clavada en el plexo
central de la palabra.
El milagro no es el mar partido en dos
ni la respuesta al rezo.
El milagro es el rezo apurado
por la arcilla hecha sangre
por el polvo hecho sed.

De De Cruz y Media Luna (1996)



Aquí tienes la sal

Aquí tienes la sal.
Parte los grumos sobre la crepitud de mis cabellos.
Gana tiempo al asombro para iniciar el rito.
Espárcela tranquilo,
que vaya cayendo lentamente como un suicidio de palomas
sobre una catedral.
Mójate bien las manos, no lo olvides, el agua anula el polvo.
Y somos polvo.
Ve ungiéndome la frente.
Desátame las manos, los pies,
frota mi vientre con la necesidad que da la ausencia.
Ponme un grano de sal sobre la lengua.
Ofréceme agua y aceite.
Entra en mi boca.
Deja que hable el dolor que se ha callado siempre.
No vuelvas hacia atrás.
Esparcida la sal se va calmando el fuego.
Ve sahumando mi piel con estas piedras minúsculas,
con esta salobridad que da la arena.
Entra y no salgas más.
Aquí se inicia el mundo.
Mójate bien las manos, no lo olvides, el agua anula el polvo.
Aquí tienes la sal.

De Y Comerás del Pan Sentado Junto al Fuego (2001)

9 de julio de 2007

Implume

I

Pájaros en vuelo hacia el cosmos del poema
no vuelven alas al origen de playas inhóspitas. (1)
Es el olor a tinta lo que los mantiene,
el sabor de las letras lo que los deslumbra. (2)
Las palabras se han cubierto de alas y echan a volar,
las olas de un mar en el aire que sabe de canto (3)
y no hay cielo en el cielo ni mar en el mar
y sin embargo hay aves que saben buscar. (4)
Mi ávido amar besa el cielo de mares inhóspitos
y me enloquecen tus alas de mariposa ancestral, (5)
efímera explosión de letras, como vuelo de colibrí,
aparece y desaparece el espejismo de tu creación. (6)
En la amplitud marina la luz se expande,
divina brisa de la ilusión se apodera, (7)
de mis inquietudes varias: cual dactilo errante
surges tú, amanuense en ciernes cargado de infinitos, (8)
¿por qué sigues corrompiendo mi mar con alboroto
si en festin de viento y sol me sabes implume? (9)

Título:
Rossy Evelin Limá

Autores:
(1) Ramiro Rodríguez
(2) Federico Fernández
(3) Alejandro Rosales Lugo
(4) Elvia Ardalani
(5) Roberto de la Torre
(6) Teresa Loera Loera
(7) Raquel Rodríguez Brayda
(8) Juan Antonio González
(9) Rossy Evelin Limá


4 de julio de 2007

Animales sin Rostro


Federico Fernández Morales nace en H. Matamoros en 1965. Abogado de profesión. Participa en diversos talleres literarios con reconocidos escritores mexicanos, tales como David Toscana y Arturo Medellín Anaya. Su obra poética ha sido leída en el Encuentro de Escritores Voces en la Frontera, de Reynosa/McAllen, y en el Congreso Binacional Letras en el Estuario de Matamoros/ Brownsville. Se le concede el premio estatal de poesía medalla "Dr. Manuel F. Rodríguez Brayda" tres veces consecutivas y el premio "Poesía al mar" en el año 2004, entre otros. Sus textos poéticos son publicados en la revista literaria Novosantanderino de UTB/TSC, en el libro Poesía al Mar 20 Años y en Letras en el estuario Antología de poesía y narrativa (2008).


De tierra firme

Soy terrestre
y extravío el rumbo en los reinos de Neptuno.
En medio del océano pregunto
¿qué es árbol, qué es paloma?
El mar no sabe: deja en suspenso el tiempo,
evoca horas salinas,
minutos de sotavento, días al garete.
Dibuja animales sin rostro que pasan acariciándose
y se van sin despedirse.
Me sorprende el horizonte de turquesa y espuma
y en lontananza advierto la vida y la muerte
que anuncia el mar de cuerpo entero.

Hace falta una avenida arbolada en medio del océano,
una ruta de robles y cipreses
que a los hombres de tierra firme
nos diga el destino de las olas.
Que nos deje reconocer sonidos, prender una fogata.
Que nos tome de la mano y nos regrese a casa.
Habrá que surcar el océano, sembrar semillas
que germinen en manzanas de sal,
en flores marinas de todos los colores,
para que el hombre se haga cómplice de los mares
y en sus ámbitos pueda talar maderas dulces
para hacer barcas, casas, pianos y ataúdes.

Luego mar y continente
serán sólo nombres y no distancias.




Muertes

Hay muertes tan discretas,
tan sosegadas
que sólo rozan el pecho
de sus pupilos.
Muertes que apenas soplan
sobre el cabello de las señoras.
Son muertes que llaman quedo
a la puerta de aquellas casas a donde llegan.

Pero hay otras muertes atormentadas
que van tumbando todo en su estampida,
que ni siquiera llaman a los zaguanes
sino que irrumpen en las alcobas.
Son las que dejan atónitos a los difuntos
con ojos grandes como de espanto.
Son las que llegan gritando a voz en cuello,
rompen domingos,
deshacen fiestas
y van tañendo campanas locas
por donde pasan.
Son las que hacen aullar los perros,
las que ponen hielo en las almohadas.

En el carrusel de luz opaca
los deudos
reciben a la visita,
le dan la mano,
hablan en voz baja en su presencia
y la tratan casi como a una niña
dándole pan y leche y a veces dulces,
porque saben sin remedio
que todas las muertes son una lluvia
de pertinaz goteo
que cae, cae,
cae,
hasta que moja, hasta que entra,
hasta que pinta el negro tatuaje
y se convierte en el huésped
para siempre jamás de cada día.