7 de octubre de 2010

Las Voces de la Ciudad




A Ramiro Rodríguez

¿Que se ha perdido mi voz
                   en el perfil de las letras?
Bastó un atardecer para escucharte
                       y digerirte suavemente,
amarrada con el encanto de tus versos
            y mientras mis fríos ojos,
enredados en esos renglones
donde cada palabra no cincelada
evocaba tantas y tantas
                   olvidadas páginas.

Un hoy embestido de silencio,
                 mi esternón enmudecido,
una taza de café en mi escenario
                y la duda encarnada
                          a mil por mil,
                 saciados los minutos
          en mis crudos pensamientos,
danzando sin rumbo,
         una musa vestida de escarnio.

¿Que por qué mi vocabulario
             con mi pluma no ha jugueteado?
Con sutileza me interrogan tus versos.
¡Maldigo mis horas dormidas,
            maldigo mis descoloridos tiempos,
maldigo, sin piedad, las sombras
que han frenado el sabor de los versos
                de esta somnolienta luna!



Luna

Me duermo en ti
              y sin darte cuenta,
                 cuando apenas tus ojos se reflejan en la cara del sol,
              acompañada de las voces de la ciudad
                                           y atada a las manecillas del reloj,
              con la humedad de mis labios ansiosos,
te guardo en silencio.
           Y apenas si conozco el aroma de tus manos
                           y apenas si conozco el sabor de tus besos,
                                 me atrapas sin horario,
             me llenas, mi luna traviesa,
                                      mi luna tan mía
                                   y en su canto de quererte, de desearte,
                                                                 me abraza en la oscuridad,
                                                                             sin rumbo,
                                                                 soñándome, tan tuya,
                                                                       bordada, tatuada,
                                                                             en ti, para ti.

Autora: Elvira Meade (H. Matamoros)

15 de agosto de 2010

Murmullo de los Días Perdidos






(Fotografía: "Acosta", Ramiro Rodríguez)


Carlos Acosta Guerrero, originario de Antiguo Morelos (1954), radica en Ciudad Mante, donde desarrolla y practica su vocación literaria. Asistió a talleres literarios conducidos por poetas estatales de las últimas décadas. Es incluido en Antología de Poetas Mantenses I (1992), II (2005) y Antología colectivo3 (2008). Ha publicado Sucede a diario, (1996); El suburbio de los sueños, (1997), Campanas en la niebla (2004) En memoria de estos años (2006) y Marotas (2006). Su libro Espiral de luz, es premio estatal de poesía Juan B. Tijerina 2002.

1

El Sol de mediodía quema por las calles
El pueblo rebosa de silencio
Se pueden escuchar el silbo del pijuy
y el vuelo del viento entre las hojas de los eucaliptos
Desde una loma cercana
como el murmullo de los días perdidos
nos llega un bullicio de fiesta
Un grupo de hombres
quizá una veintena
bailan al tiempo que caminan
animados por un violín y una guitarra
que entrelazan los sonidos de sus cuerdas
Vienen alegres
mas no cantan
Y traen la cara cubierta


2

Los antifaces son de vil cartón
Cualquier caja de zapatos o cervezas
es útil para la confección de las máscaras
No hay colorido en ellas
Ningún barro sagrado milenario
es el material moldeado
No hay dios ni fetiche
que sugiera estigmas o creencias
Nada las adorna
que para esconderse da lo mismo
un pedazo de cartón
que una máscara de plata


3

Dos hombres de piel curtida y ojos ladinos
pegados al pecho llevan violín y guitarra
El sombrero de paja     circular y amplio
es otra máscara que los esconde del Sol
y del polvo
y de la muerte si pudiera
Cantan una canción antigua
aprendida entre las faldas de la madre
repetida en el tiempo del barbecho
en el andar sobre el surco detrás del arado
Renacida a lomos de una yegua
en las noches sólo rotas
por el amor de los grillos
y la brasa del cigarro


4

Son monstruos disfrazados de nada
Ropas viejas    descoloridas    recubren los cuerpos
Bajo una tela roja esconden cara y cabeza
Y sobrepuesta     la máscara
Las medias son de un blanco percudido
y las faldas
porque todas las marotas son hembras
de color verde y con grandes flores moradas
La blusa es de manga larga
y los pechos y las nalgas de estas damas     son grandes
muy grandes
y se mueven al compás del baile
con un ritmo que ya quisieran las bailarinas exóticas


De Marotas (2006)

Imagen: Acosta, Ramiro Rodríguez,

31 de marzo de 2010

Él Estuvo Aquí


(Fotografía: "Loera lee", Ramiro Rodríguez)

EVOCACIÓN

En la distancia
tu recuerdo
me acompaña.
Ahora,
al transitar
por la ciudad,
miro las calles
que guardan
tus huellas.
Al pasar
por ellas
sonrío
y me digo...
él estuvo aquí.
Dulce presencia,
bienamada.
En el rumor
del agua cantarina,
su voz y sus pasos
se alejan
con el tiempo
para volver a mí
en nube
que vierte
su preciosa carga
en el árido
desierto
de mi vida.




LIBERTAD

Los pies descalzos
que me conducían
a la huerta cuajada
de soles turgentes,
de almibarada esencia,
rodeados de verde
esmeralda,
joyas vivientes,
verde intenso
de intensa savia,
rodeada de frutos
del amor y del trabajo
del hombre
que en ellos
puso su esperanza,
aprisionan en su cálida
redondez siglos de luz,
agua, aire, para formar
con ellos el néctar de oro
de mi inolvidable infancia.




ESPERANZA ALADA

Te suspendes en el espacio
en frenético batir de alas
visitas a tus amigas las flores
mensajero de amor
libas el dulce néctar
cual saeta lo llevas
de una a otra
visten de arcoiris
el espacio
los bellos colores
de tu plumaje
pájaro gracioso y pequeño
te asemejas a la felicidad
apareces y despareces
como por encanto
pájaro bello y pequeño
vistes de arcoiris
el espacio... Colibrí.


Autora: Teresa Loera Loera (Ciudad Mante)

6 de febrero de 2010

El Grito de la Piel


SALVAMENTO

Abandonado estoy sobre tus rencores
probando ahogar mis resentimientos
y lavar las sábanas en que nos incendiamos
y leer por última vez la nota en que te fuiste

                          —pero hay algo más
                          —no sé donde
                      el eco de guarda tu recuerdo

Otra vez
en el horizonte vacío de la mirada que no descansa
que busca
se arrastran mis ojos
más húmedos que tu vagina en celo

La verdad estaba a punto de olvidarte
Pero otra vez tu voz lejana me traiciona
por eso la meto en otro cuerpo
y abandono mi soledad en los orinales del pueblo
aunque otra noche sin ti se ciña a mi garganta.



BETSY PECANINS

En el auto la sangre hierve
La ciudad es un infierno
un marasmo familiar y sin secretos

Hasta el sudor del verano
tiene el mismo aroma
ese sabor a redundancia
un levitar de río eterno

La rebelión era inminente
cuando mi mirada
incendió tus muslos frescos
abrirse al entendimiento
dejarse mirar
en las calles de la gente
que ansía los pecados
que presiente en el grito de la piel
la esperanza que condena al tedio
Entonces aparece entre nosotros
nos provoca desde radio opus ciento dos
con el blues de un piano
y la sugestiva melodía de un chelo
nos incita hasta el último gemido

En la orilla del silencio
yacemos satisfechos
Betsy Pecanis sonríe
ya tenemos algo que contar.

Autor: José Enrique Saucedo (Monterrey, N. L.)