20 de julio de 2020

Festival de luz entre dos cuerpos


CALLA


No cuentes todo lo nuestro
ni reveles nuestro secreto.
El amor debe ser así, tímido,
callado, entre dos almas
y festival de luz entre dos cuerpos.
No reveles mucho, corazón,
de nuestras tardes de invierno
en esa habitación cálida,
en esos minutos sólo nuestros.
Caricias silenciosas, piel ardiente
y un vendaval de besos, de suspiros,
era nuestra música candente.
No reveles a nadie, mi amor,
los poemas que te susurré al oído
ni des a luz nuestro más oscuro secreto.
Las historias de pasión no se cuentan,
se viven entre las sábanas
de una habitación desconocida
con un gramo de olvido y un adiós
entre lágrimas. Breve, pero épico.
Así fue nuestra historia, bella,
un cruce de dos almas
que se amaron por momentos
y después, sólo un lindo recuerdo.



OFRENDA DE AMOR


Te ofrezco una flor
por cada uno de los días
en que me hiciste feliz.
Una flor sencilla, una ofrenda
por cada abrazo cálido,
por cada beso del alma,
por cada una de las caricias
que, en esas noches de octubre,
compartíamos bajo sábanas,
en esa fiesta perpetua
de pasión y locura.
Y ahora, que lejana estás de mí,
recuerdo, a un año de distancia,
el maravilloso regalo de tu cuerpo
y la magia luminosa de tus besos.
Acepta mi ofrenda, amor,
como el testimonio de alguien
que aún añora esos momentos
y que sueña, delira, desespera
por esa sonrisa y esos ojos
que un día fueron el centro
del más lindo universo.



AUSENCIA


Si un día tu corazón se cansa
de latir junto a mi cuerpo,
de palpitar con mis caricias
y de cantar las más dulces canciones.
Si un día tus alas se alejan
en busca de otros cielos
y tus manos acarician otras nubes
y tu voz canta otras canciones,
te juro, mi amor, que no vas sola,
mi voz y mi pasión te siguen
en tierra, mar y aire, en verano e invierno,
en barcas que se deslizan entre lunas
o en carruajes guiados por unicornios
entre montañas y entre ríos.
Seguiré las huellas de tus pies,
el aroma de tu cuerpo, el eco
de tu risa entre las flores
y las sílabas extraviadas
de los mil poemas que escribí
en tu piel ardiente con mis labios
en esas noches de luna, esa viajera.



ALAS


Sus alas tenían magia
para volar entre sueños,
recorrer los paisajes más oscuros
y salir indemne, luminosa.
Cruzaba los pantanos y los mares
con esas alas de loca imaginación
y jamás manchaba sus plumas.
Ella era, más que una mujer o un ave,
la hija de la luna, Lilith reencarnada.
Sus besos eran fuego intenso
y sus manos, viento del sur,
húmedo y cálido, remolino.
Sus alas nunca cesaban de moverse
cuando volaba sobre mí
y su boca succionaba, mordía
lo más noble de mi cuerpo.
Era un torbellino insaciable
y sus alas, ¿te he contado de sus alas?
Eran la vida esplendorosa, el vicio
de la carne en plenitud. Era eso
y miles de pecados nunca imaginados.
Vuelos como ésos, nunca más
han sucedido en mis noches de locura.
Esa es la razón de mi sueño eterno.




Antonio Quintero Hernández. Poeta, ensayista tamaulipeco. Obtuvo el premio de poesía Juan B. Tijerina dos veces. Autor de Poemas de marzo, Poemas para desatar una tormenta y Los rituales del siglo. El maestro Orlando Ortiz incluye parte su obra en Veinte poetas del siglo XX y Ensayo panorámico de la Literatura en Tamaulipas del ITCA. 

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