Por Alejandro Rosales Lugo.
Un poco de tortugas y otro de lagartijas. Eso somos en los brazos endemoniados del sol. Ya no hay primavera ni verano porque toda la pelota está caliente. Nos vamos de "surfing" en el smog citadino y los tiburones nos prenden la coliflor. El mundo está loco loco y todo se pone bizarro, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán tras tras ya la casa se cayó... En Altamira, la tierra de Cuco Sánchez, un cocodrilo o lagartón le agarró la pierna a un cristiano que se quería poner botas de pescador.
Y tuncachun ra ra, le agarró su pata de vaca y lo dejó desangrado, ya no nos podemos confiar ni de la tía, ni del tío, y menos de la antesuegra porque el calentamiento global nos nubla la vista y como perros con rabia desconocemos los chamorros de la prima o cuñada.
Andamos con las cejas caídas, los párpados de sombrilla, las pestañas de Juan Pestaña con relez para que prenda la gota caliente del sudor.
Si vamos por la calle, o la escuela, o en el trabajo saludando de becho becho, se nos pega la sal y la manteca como “refil” de colorete y perfume barato. Nos dan besos que “jieden” y si los damos nosotros, levantamos el perfume con todo y marca.
Nos traemos la sal y la harina, y con discreción escupimos por un lado. Con este calor se podrá calentar la gallera y las polleras, pero lo cierto [es] que las bocas huelen a centavo de cobre y taquitos callejeros.
Ahora, échele bien, con está temporada de patas apestosas, de nalgas sudadas, de bisagras pegajosas, los alimentos se descomponen. Hay de usted si se arriesga, señora o señor, si se avienta unos camarones o unos ostiones en la calle porque va directo al cero Morelos. Esto es que estira la pata. Y si le gusta la vegetariana, pues a qué le tira campeón o campeona. Si la fruta está sucia, porque los vendedores no tienen baño ambulante, no se lavan las manos, y el calor de cuarenta y cinco grados nos la llena de salmonela.
Bien, andamos como lagartijas en las rocas y tortugas calientes dando vueltas y mordiendo. Sí, mordiendo a este pinche calor que nos vidrea los ojos y nos calienta el calzón. No me saluden mejor, que me pegan bacterias perfumadas y, como soy diabético, me mandan a bolar, (de bolo) cuadrado, por no decir una palabreja.
Tomado del periódico electrónico Expreso
[28 de mayo, 2008]