20 de julio de 2020

Festival de luz entre dos cuerpos


CALLA


No cuentes todo lo nuestro
ni reveles nuestro secreto.
El amor debe ser así, tímido,
callado, entre dos almas
y festival de luz entre dos cuerpos.
No reveles mucho, corazón,
de nuestras tardes de invierno
en esa habitación cálida,
en esos minutos sólo nuestros.
Caricias silenciosas, piel ardiente
y un vendaval de besos, de suspiros,
era nuestra música candente.
No reveles a nadie, mi amor,
los poemas que te susurré al oído
ni des a luz nuestro más oscuro secreto.
Las historias de pasión no se cuentan,
se viven entre las sábanas
de una habitación desconocida
con un gramo de olvido y un adiós
entre lágrimas. Breve, pero épico.
Así fue nuestra historia, bella,
un cruce de dos almas
que se amaron por momentos
y después, sólo un lindo recuerdo.



OFRENDA DE AMOR


Te ofrezco una flor
por cada uno de los días
en que me hiciste feliz.
Una flor sencilla, una ofrenda
por cada abrazo cálido,
por cada beso del alma,
por cada una de las caricias
que, en esas noches de octubre,
compartíamos bajo sábanas,
en esa fiesta perpetua
de pasión y locura.
Y ahora, que lejana estás de mí,
recuerdo, a un año de distancia,
el maravilloso regalo de tu cuerpo
y la magia luminosa de tus besos.
Acepta mi ofrenda, amor,
como el testimonio de alguien
que aún añora esos momentos
y que sueña, delira, desespera
por esa sonrisa y esos ojos
que un día fueron el centro
del más lindo universo.



AUSENCIA


Si un día tu corazón se cansa
de latir junto a mi cuerpo,
de palpitar con mis caricias
y de cantar las más dulces canciones.
Si un día tus alas se alejan
en busca de otros cielos
y tus manos acarician otras nubes
y tu voz canta otras canciones,
te juro, mi amor, que no vas sola,
mi voz y mi pasión te siguen
en tierra, mar y aire, en verano e invierno,
en barcas que se deslizan entre lunas
o en carruajes guiados por unicornios
entre montañas y entre ríos.
Seguiré las huellas de tus pies,
el aroma de tu cuerpo, el eco
de tu risa entre las flores
y las sílabas extraviadas
de los mil poemas que escribí
en tu piel ardiente con mis labios
en esas noches de luna, esa viajera.



ALAS


Sus alas tenían magia
para volar entre sueños,
recorrer los paisajes más oscuros
y salir indemne, luminosa.
Cruzaba los pantanos y los mares
con esas alas de loca imaginación
y jamás manchaba sus plumas.
Ella era, más que una mujer o un ave,
la hija de la luna, Lilith reencarnada.
Sus besos eran fuego intenso
y sus manos, viento del sur,
húmedo y cálido, remolino.
Sus alas nunca cesaban de moverse
cuando volaba sobre mí
y su boca succionaba, mordía
lo más noble de mi cuerpo.
Era un torbellino insaciable
y sus alas, ¿te he contado de sus alas?
Eran la vida esplendorosa, el vicio
de la carne en plenitud. Era eso
y miles de pecados nunca imaginados.
Vuelos como ésos, nunca más
han sucedido en mis noches de locura.
Esa es la razón de mi sueño eterno.




Antonio Quintero Hernández. Poeta, ensayista tamaulipeco. Obtuvo el premio de poesía Juan B. Tijerina dos veces. Autor de Poemas de marzo, Poemas para desatar una tormenta y Los rituales del siglo. El maestro Orlando Ortiz incluye parte su obra en Veinte poetas del siglo XX y Ensayo panorámico de la Literatura en Tamaulipas del ITCA. 

13 de enero de 2019

Luz endurecida por el tiempo



Noche azul cobalto

Te conocí una noche de azul cobalto,
esa luz endurecida por el tiempo.

La luna despertó al cruce de miradas
en medio de gente buscando el suicidio
justo ahí donde grita la vida:
¡vendrá un sol nuevo cada día!

Y yo curioseando entre tus sombras
mientras tú veías mis vacíos.

No hubo error en las caricias.

El amor, holograma nacido entre huecos
nos lleva a explotar en luz multicolor,
aun en grutas olvidadas por el tiempo.



Duele el mundo en el costado

Me duele el mundo en un costado
por la gente nacida para el odio.
Duele el mundo en esa parte de mí
que no puede comprender
la violencia entre los hombres.

El amor es quimera y laberinto,
afán de que las cosas marchen bien,
pero lo perfecto no es humano.

Una paloma se posa frente al hombre
que sufre su derrumbe
y vuela, asustada, entre la neblina
o el humo de pólvora quemada.

¿Cuándo desandamos el camino
que hemos regresado a las cavernas?



Poema

Te sueño en el páramo inventado por tu risa
y deshago la madeja enmarañada del tiempo.

Sé que no vendrás. Tus alas no conocen
el rumbo de mis vientos, pero no importa.

Te sé dulce como espuma de leche,
conozco tu paso de animal enamorado.

La aurora trae el sonido del sol,
amarillo recuerdo del amor que no tuvimos.



Estela Guerra Garnica (V. de Tamascalcingo, Estado de México). Poeta, narradora y cronista. Su trabajo aparece en múltiples publicaciones colectivas, revistas, diarios y páginas electrónicas en México y otros países.

16 de septiembre de 2018

Mar de frondas la mirada



1
  
El río desaparece.
El pensamiento cae como cascada
hacia un lecho más hondo de la propia conciencia—
y en su blancura,
en su abundancia,
                                   ¿es cascada o surtidor?

El río desaparece sin que sepamos dónde.
Sale del ángulo del ojo
                                          y al seguirlo
el sol de lleno toca con su gracia
la pupila azorada,
el filo de los troncos,
el rocío
                  y sus campos de diamantes.

Al fondo en la espesura
una luz se derrama.



2


Cuanto más va hacia dentro
                                               más se extiende
en ese mar de frondas
                                          la mirada.
Es reflejo del agua en una nube,
de la luz en el agua,
                     de la tierra en el sueño.

Y el que medita
entre el verdor y el cielo,
¿es una planta más,
                               minúscula, perdida?
¿O es él quien crea esos paisajes,
quien traspasa sus sombras
y habita
                  la pura transparencia?



3

Oh mar de hojas,
orilla iridiscente,
agua que abarca el cielo
                                       y lo conmina.

Oh nube pura que baja hasta anegarse,
hasta besar el agua
                    —piel que se deshace con su toque.

Oh, estallido secreto.




ELSA CROSS (México, D. F., 1946). Parte de su poesía se encuentra en Espirales. Poemas escogidos 1965-1999 (UNAM, 2000). El libro El diván de Antar obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1989 (México) y Moira el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 1992. En 2005 recibió por su trayectoria el reconocimiento del Consejo Cultural Mundial (World Cultural Council). En 2007 se le otorgó el Premio Jaime Sabines–Gatien Lapointe en Canadá, por su trayectoria, y el Premio Xavier Villaurrutia por el libro Cuaderno de Amorgós. Anteriores a este libro son Los sueños–Elegías (1999), Ultramar-Odas (2002) y El vino de las cosas–Ditirambos (2004). Traducidos a doce idiomas, muchos de sus poemas se han publicado en antologías, revistas y suplementos culturales de México y otros lugares de América, Europa y Asia. Tiene licenciatura, maestría y doctorado en Filosofía por la UNAM, donde es profesora de Filosofía de la Religión. Estudió filosofía hindú en Estados Unidos y en la India, donde vivió dos años. Publicó un libro sobre la estética de Nietzsche, La realidad transfigurada (UNAM, 1985) y Los dos jardines Mística y erotismo en algunos poetas mexicanos (CONACULTA, 2003). Ha participado en encuentros de escritores, festivales de poesía y congresos académicos en Estocolmo, Nueva York, París, Frankfurt, Toronto, Trois Rivières (Québec), Medellín, Lieja, Amberes, Lahti (Finlandia), Seúl y otros lugares. En 2012, el INBA le otorgó la Medalla Bellas Artes por su trayectoria y el Fondo de Cultura Económica publicó Elsa Cross Poesía Completa.

2 de marzo de 2018

La noche se impregna de sus cantos



Tumulto

El viento tiene que aullar—
desahogarse del dolor ancestral,
exculpar pecados recordados.

El viento tiene que aullar—
agitar olas oceánicas,
irrumpir patrones de vuelo.

El viento tiene que aullar—
aterrorizar árboles solitarios,
llenar cada grieta con su furia.

El viento tiene que aullar—
desgarrar flores hasta el hueso,
cegar animales pequeños con su aliento.

El viento tiene que aullar—
huir con cada canto de ave,
forzar al césped a permanecer postrado.

El viento tiene que aullar—
entrar a fuerza a los hogares,
pretender ser un espectro reventando en gemidos.

El viento siempre tendrá que aullar—
merodeador tumultuoso, dios encabronado
regocijándose en el caos.


Pájaros de la noche

Inspirado por "Ciudad sin sueño" de Federico García Lorca.

Aves nocturnas cruzan el cielo.
Todas.
Todas lo cruzan.
Alma moribunda sin descanso
ni sitio fijo donde pernoctar.

La noche se impregna de sus cantos
hasta justo antes del amanecer.
Los niños sueñan con globos aéreos
surcando sobre nubes de color.
Las niñas sueñan con dulces y caramelos.
Los viejos sólo atinan a temblar
debajo de las sábanas.

Aves nocturnas cruzan el cielo.
Todas.
Todas lo cruzan.
Un coyote solitario las ve pasar, inquieto.
Su mente empieza a poblarse
de buitres rondando su esqueleto expuesto;
y sus aullidos le desgarran la garganta,
ecos secos que se insertan como púas
en las rocas.

La noche es un acto de magia.
Nos hipnotiza con la luna
y las estrellas, planetas y meteoritos,
con esos malditos
pájaros nocturnos.


Cinco remedios caseros para el extrañamiento

Para Ramiro Rodríguez. 

1. Recoger un manojo de hojas del árbol de tu niñez. Frotarlas entre tu dedo gordo y el dedo índice hasta que produzcan ese aroma que invade tus sueños.

2. La voz de tu madre pronunciando tu nombre. Si tienes la bendición de que aún esté viva, siéntate a su lado y escúchala hablar. Si ya falleció, busca su rostro amado en tu foto favorita donde se muestra sonriente. Intenta recordar el sonido de su risa.

3. Beber agua de tu fruta favorita, la misma que comías a mordidas junto a tus hermanos. Para incrementar su sabor, hay que hervirla primero. Luego, cuando empiece a despedir un grato aroma, acércate e inhala profundamente. Tómate el agua en pequeños sorbos.

4. Juega uno de los juegos de tu infancia o con uno de tus antiguos juguetes, si aún los tienes. Dedícale a esta actividad por lo menos una hora o hasta que sientas tu carga aligerarse.

5. Devora un tazón lleno de tu cereal favorito o un plato repleto de las galletas que te gustaban de niño. No olvides acompañarlas con una taza de café negro y caliente con piloncillo. Sí, como lo preparaba la abue.

Es bueno extrañar a esas personas amadas quienes ya no están con nosotros. Cualquiera de estas actividades te transportará por un momento a su lado. Pero no olvides que todas ellas ya residen en tu corazón desde siempre.




Julieta Corpus es oriunda de Río Bravo, Tamaulipas. Empezó a escribir poemas románticos a los once años. Se inspira en todo lo que le rodea, pero también disfruta recorrer con la puntita de su uña las fibras de su corazón y constatar que sigue siendo una fuente inagotable y generosa de sus inquietudes.

15 de diciembre de 2017

Algo sobre Partituras de insomnio

Algo sobre Partituras de insomnio (ALJA Ediciones, 2016) de Ramiro Rodríguez

Por Elías David.

Conocemos a Ramiro Rodríguez el maestro, el editor y el poeta. A veces lo conocemos solamente en una de estas tres funciones que desempeña, pero si queremos conocerlo en las tres al mismo tiempo, Partituras de insomnio/ Scores from Insomnia es una excelente forma para hacerlo, para conocer sus inquietudes, sus desvelos, su pensamiento poético y las influencias que le han enseñado a dominar su orfebrería. 

Como si en la noche se convirtiera, Ramiro explora con una mirada inquisitiva, observadora de los restos del día, las relaciones que durante éste se trazan, el amor, la pareja, la ciudad, la creación poética. Si de algo va a servir el insomnio será para recuperarse a uno mismo tras las responsabilidades, la jornada que tanto ayuda a subsistir como sofoca con su calor solar, su viento marino, sus calles. Pero todo esto es herramienta poética. Wittgenstein decía que no hay mundo sin lenguaje; Ramiro Rodríguez tiene tanto mundo como su maestría le permite dominar el idioma para retratar la noche, no está quieto en un solo lugar; él, como noche, mira toda la noche, o toda una ciudad, para no sonar extremista; sus ciudades, las que él conoce, en las que habita y lo habitan a él. 

Partituras de insomnio/ Scores from Insomnia es un libro conformado por tres poemas; en el primero, titulado "Espejos", Ramiro explora su noche, su casa, su cuerpo hecho de dos a veces, se alcanza a ver una influencia de Paz y su libro Ladera Este, por su forma de abordar el erotismo, por ejemplo: “Bajas como deidad / sin labios ni lengua (deidad en la memoria / de eventos pasados) a un territorio poblado / de moluscos: por conjuro, baja la marea”. Y en “Se deletrea tu nombre en la arena, / embarcación que navega en favor del viento, / tu nombre de semillas y de polvo, / pezones incrustados en la brisa, / labios que se rompen en la ferocidad de la marea. / La sal (llovizna en el oleaje, / vaho en la memoria)”. Ramiro nombra al amor sin miedo, en tiempos donde se busca dejar de ver el cuerpo femenino como un objeto, él objetifica al amor, no a la mujer, su cuerpo del deseo es el amor vuelto mujer sin buscar otras palabras más que las que sus ojos ven, porque en la oscuridad de la noche, el amor nos hace ver todo un mundo o todo el mundo es el amor resumido en una sola noche, en un solo cuerpo luego traducido a los versos que lo volverán eterno. 

El segundo poema, "Urbano", como su nombre lo dice, es un paseo por la ciudad de noche, los fantasmas del día, los restos del pulso citadino, las calles solitarias, las paredes con ecos escritos como pruebas de que entre esas cuadras vive gente, que bajo esas palmeras los pasos resuenan aún y hay un ojo, una mirada que los retrata, los interpreta, e incluso la diagnostica (a la ciudad), le dicta su enfermedad, enferma de soledad, de hipertensión, de falta de poesía, pero para eso existen autores como Ramiro Rodríguez, para curarla con textos donde el ciudadano de a pie se identifique y, quizá, se autorrecete unas buenas dosis de poesía, de literatura, de sensibilidad. 

El tercer poema, "Nociones de insomnio", acaso pelea con el primero para volverse el más íntimo del libro, pero le gana con versos como los siguientes: “El dinero / en mis bolsillos no es suficiente / para comprar heces / de creatividad. / Noción de comercio. / Para encontrar / la revelación en tu cuerpo / de diosas, no hacen falta monedas / en mis bolsillos, / sólo palabras”. Cómo el poeta dice no poder encontrar palabras, cómo llega a la imposibilidad que a veces asalta al autor para retratar con el lenguaje, pero al mismo tiempo menciona este ciclo eterno de escritura e impotencia de lograr la captura de la musa en versos. No halla palabras, ni comprándolas, pero no necesita dinero, la necesita a ella a quien le basta con palabras para encontrarla, las mismas palabras que no halla ni comprándolas. Acaso la realización del poema se ha hecho carne y hueso y camina a su lado, por eso ya no es poema, sino verbo hecho carne. 

Quien haya leído a Ramiro Rodríguez sabe lo que va a encontrar en sus versos, sus metáforas, sus recursos literarios a los que dobla y desdobla a placer; quien lo haya leído antes sabe que en un libro de Ramiro Rodríguez confluyen el maestro, el editor y el poeta. Porque no son versos tirados al azar, son frases estructuradas, vocabulario elegido con pinzas, imágenes podadas a la perfección para decir lo que se quiere, o hacer sentir lo que se busca hacer sentir. Nada se pierde en sus versos, nada sobra, solamente se añade lo que el lector encuentre desde esa íntima y personal forma que tiene la poesía de significar algo único para cada quien: La lectura. 

30 de noviembre de 2017

Prólogo de Lascivia

Prólogo

“Universos encendidos por la copulación de insectos”, dice un verso de Lascivia, del poeta tamaulipeco Ramiro Rodríguez. No es una imagen aislada. El libro todo es una explosión; es decir, la materia poética de este libro es el acto erótico activo, como un volcán que arroja lava. El tiempo verbal que predomina es el presente, en el que dioses, humanos y animales, forman parte de un todo animado por el deseo inapagable, por el instinto. En un verso de primera, el poeta expresa:

“El alma vibra cuando el viento lame”.

“Bestias en celo”, “pájaros con alas abiertas”, “gacelas desoladas”, lenguas sedientas, cuerpos olorosos, ácida toronja y dioses mitológicos, no permiten el descanso, la inercia. El mundo respira gracias a la fricción entre dos piedras. 

Pero quizá el rasgo más importante de este poemario es su temperatura, como lo ilustra muy bien el siguiente verso, también de gran calidad:

“Nos elevamos como vapor ardiente”.

El miembro viril erecto, la espada encendida, el árbol erguido, la rígida estatua, el pájaro en alto vuelo, refuerzan la idea del momento previo al acto. No hay nostalgia ni tristeza posterior al acto.

Otro aspecto que me llama la atención es la materia, con frecuencia pegajosa, como la sangre y la saliva, que de algún modo se conecta con el Neruda de Residencia en la tierra, por su humedad profunda y olorosa. En cambio, la muerte y la proliferación de los insectos nos remiten a ciertos lienzos de Salvador Dalí y al cine de Luis Buñuel.

Con Lascivia, Ramiro Rodríguez nos entrega una poesía poderosa, que de seguro hará arder al lector que se le acerque.

Héctor Carreto, septiembre de 2013.

18 de noviembre de 2017

El vuelo momentáneo


Santiago Daydí-Tolson (Chile, 1943), ha vivido en los EE. UU. desde la década de los sesenta. Es Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Kansas y actualmente, después de enseñar en las universidades de Fordham, Virginia y Wisconsin-Milwaukee, de la que es profesor emérito, es catedrático de literaturas hispánicas en la Universidad de Texas en San Antonio. Autor de Insectarium (ALJA Ediciones, 2014), Under The Walnut Tree (Mediaisla, 2014), La lira de la ira and Some Irate Lyrics (Bilingual Press, 2015) y El cuaderno de don Baruj (ALJA Ediciones, 2017).



Insectarium

Tras el cristal, definitivamente detenidos,
simulan en el gesto inútil su fugaz ajetreo:
el vuelo momentáneo, el arañazo, la carrera
de patitas raudas y filudas como estos alfileres
que a cada uno empalan en su silencio,
en su quebrada presencia 
de lo vivo que agitó y es ahora objeto. Lo quieto.
No hubo quietud, no pudo haberla.
Sólo en la vitrina —estéril monumento— hay calma,
sólo en el vuelo simulado, en el mentido movimiento
de saltar, en el pobremente 
simulado vibrar en el acecho.
Pudor del exhibido a toda luz, el hurgador de sombras.
La mariposa, al menos, se supo hermosa,
hermoso el coruscante escarabajo, el escondido
joyel del excremento, puñado de ágatas,
pedregal de cucarachas, escamas del silencio.
Callan las cigarras y el vibrato del grillo es sólo 
imaginario. Imaginaria la luna 
que lo alumbra todo sin calor,
precisa luz de lo exhibido, la científica luz
del microscopio —pinza y bisturí—
que hurga en lo vivo de lo ya muerto. 
Meticulosa morgue del conocimiento.
Ya el moscardón no se da de cabezazos
contra el cristal del imposible afuera:
trizado el ojo en mil pedazos no ve ni mira.
Hierático el saltamontes espera en la espera
del ensartado, brizna de paja apenas.
La multitud se agrupa peripuesta y ordenada
como no lo estuvo nunca, como nunca
pudo estarlo cuando, viva, iba y venía
desordenadamente activa, trémula de energía.
Exacto, organizado, no puede el insectario
simular siquiera en su quietud perfecta
el imperfecto enredo, la maraña 
de infinitos gestos que es la vida.


De Insectarium (ALJA Ediciones, 2014) 




Anatema

Muérdete la lengua
antes de hablar.
Córtate la mano
de la efusión. Y calla.
Que se te partan los labios
en el grito,
los dientes que se te quiebren
en el mordisco.
Que la saliva te hierva
o se te hiele en la boca
cuando hables,
triste animal
dotado de palabra...
como los dioses.

De La lira de la ira and Some Irate Lyrics (Bilingual Press, 2015)



El otro don Baruj

Dicen que el otro día don Baruj, siempre tan digno como lo creen todos, perdió los estribos del caballero y se comportó como cualquier otro viejo gruñón, impaciente y de mal genio.

Fue cuando alguien —unos afirman que un muchacho, otros que un joven en sus veinte— entró precipitadamente al café, fue directamente a sentarse a la mesa en la que don Baruj, ajeno al mundo alrededor, escribía en ese carnet suyo que a todos nos tiene curiosos, y le habló con lo que parece fue un tono destemplado. 

A los reclamos insolentes del desconocido don Baruj reaccionó con el silencio, un arma poderosa que le conocemos bien los que hemos discutido con él algunos temas de su indiferencia. 

Sabe callar don Baruj. 

Pero esta vez, según cuentan, del silencio taimado pasó al exabrupto y le habló —le gritó casi— al muchacho cuatro palabras incongruentes, fuera de sí de indignado. Se guardó con gestos bruscos libreta y pluma en el bolsillo de la chaqueta a la vez que se levantaba para salir a grandes pasos del café. 

El muchacho salió detrás de él, igualmente agitado.

Pasaron varios días antes de que don Baruj volviera al café y a la rutina de su calma de lector, escritor y contertulio respetado por su aparentemente inalterable parsimonia.

De El cuaderno de don Baruj (ALJA Ediciones, 2017)

4 de abril de 2016

Víctor González y el microrrelato


Víctor Manuel González Treviño (Reynosa, 1973–2016). Periodista, gestor cultural, reportero de “El Mañana” de Reynosa. Asistió a los talleres del maestro Orlando Ortiz. Coordinó el taller literario Lomas de San Antonio. Organizó el Encuentro de Escritores PreTextos de Otoño desde el 2010 y coordinó presentaciones editoriales con Letras en Movimiento. Obtuvo el segundo lugar en el Certamen Literario Cuento Navideño (2008) convocado por el Instituto Reynosense para la Cultura y las Artes. Coordinó la antología de escritores reynosenses Voces literarias de la frontera (2011) con el apoyo económico de Fundación Colosio. Incluido en las antologías Río Bravo/ Río Grande (ALJA Ediciones, 2011), Antología otoñal (Editorial Campamocha, 2011), Brevedad urbana Antología de microrrelato en la ciudad (ALJA Ediciones, 2012) y 100 Mil Poetas por el Cambio (ALJA Ediciones, 2015). 



EL ESCRIBANO

Se sentó a escribir la novela más larga de su vida. Papel, lápiz y la máquina. En los primeros teclazos, un dolor de pecho terminó con su novela. 



TERROR NOCTURNO

La pesadilla no termina al despertar: se descuelga de los párpados y repta por las paredes hasta encontrar una fisura y —agazapada— aguarda la noche que se aproxima.



EL CRUCERO

El semáforo cambió del rojo al verde y no avanzó, a pesar de la oleada de cláxones que rompió el silencio de su muerte.



LOS TESTIGOS

Los tacones soportaron todo el peso de la pasión. Dejaban huella de la belleza de Melisa en cada paso. Tal vez por eso, ese día trágico no la acompañaron a la morgue a identificar su propio cadáver.



LA CONVENCIÓN

Llegó tarde a la convención de cigarros, pero no se inmutó por la tardanza. Ya varios ardían en la penumbra. Su preocupación fue cuando sintió los labios en su piel. El fin de su vida era una certeza.



EL VUELO

Es un día de tantos que despierta con el rumor de los automóviles. Los pájaros ahora anidan sobre el intestino eléctrico de las ciudades. Su canto ya no despierta a sus moradores que caminan, indiferentes, hacia el drama del pájaro. Él lo sabe y desde el quinto piso de su departamento abre la ventana. Abre sus brazos. Cree tener la sensación de los pájaros al volar. Siente la brisa. Siente el vacío que lo devora. Es un pájaro menos en la ciudad.



EL PLOMERO

La gota no caía en el lavabo. Se filtraba en el epicentro de mi cabeza. Un sonido sordo que retumbaba en las paredes de la habitación. Mañana llamo al plomero, pensé, mientras intentaba dormir. El goteo me obligó a desenrollarme de las sábanas. Fui directo al baño para terminar con la molesta sinfonía. Lo dicho. La gota no caía en el lavabo. Revisé la regadera, la bomba del inodoro y nada. Regresé a la cama con más preguntas que soluciones y cerré los ojos y otra vez el goteo. Tres noches seguidas. Un amigo me recomendó a un especialista en cosas de la cabeza. Lo visité, no muy convencido. Me revisó los oídos, los ojos. Me tomó una radiografía del cráneo.

—Lo encontré —dijo al analizarla.

El doctor explicó que era un sonido que producía el yunque en el pabellón auricular y que lo padece uno entre un millón. Me implantó un delgado tubo de metal en el oído derecho para vaciarme unas gotas que me hicieron sentir escalofríos.

—Listo. Con eso tiene.

Lo que me dio más escalofrío fue la cuenta de casi tres mil pesos por unas simples gotitas de un líquido desconocido para mí. Lo peor es que la gota se repetía todavía en mi cabeza.

Una noche escuchaba doble goteo: el de mi cabeza y, ahora sí, el del lavabo. Llamé al plomero que de inmediato llegó y arregló el goteo de mi baño. Ya cuando se retiraba se me quedó viendo.

—Qué le pasa, Jefe, se mira muy mal —preguntó.

—Tengo mucho que no duermo porque escucho un goteo dentro de mi cabeza —contesté.

—A ver. Póngase de cabeza —dijo.

Más dormido que despierto, accedí. Sentí la acción de la gravedad en mi cuerpo. De mis oídos salió un líquido y el sonido desapareció. Cuando me incorporé ya no existía goteo. El plomero se despidió y me fui a la cama para recuperar las noches de insomnio. Antes de cerrar los párpados, juré llamar al plomero cuando escuchara un goteo, ya sea en el baño o en mi cabeza.



De Brevedad urbana Antología de microrrelato en la ciudad (ALJA Ediciones, 2012)